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jueves, 24 de febrero de 2011

¿Otra revolución?

Un artículo de Adolfo Pablo Borrazá.

El periodista independiente intenta dar una respuesta amargamente realista a la pregunta que él mismo formula: ¿Podrían replicarse en Cuba las revoluciones que sacuden al mundo árabe y han derrocado ya a dos férreos dictadores?
Su respuesta es propia de la experiencia de día a día que se obtiene en Cuba. Su pesimismo es producto de lo que capta dentro de la sociedad cubana actual y duda que se replique en Cuba la ola revolucionaria que estremece al mundo árabe.
Una amarga realidad. No hay voluntad dentro de la población de Cuba de sacudirse el yugo que le oprime; al menos es lo que la apatía del cubano manifiesta.
Borrazá en pocas líneas esboza las condiciones que imperan en Cuba y que conspiran en contra de un levantamiento popular. El miedo, señala, paraliza al pueblo, y agrega: “Nadie osa lanzarse a la calle a manifestarse en contra del gobierno y “el loco” que lo haga no encuentra el respaldo que merece”.
Considera el periodista independiente que la oposición cubana no es capaza de encausar el disgusto de la población cuando expone: “La oposición que (…) debería ser la cabeza de este pueblo indefenso y abusado, está quieta. No acaba de organizarse y mucho menos unirse. Algo que aprovechan los caciques  para gobernar a su antojo”. Y constata con amargura que ni “siquiera la dividida oposición se apoya mutuamente”.
Una triste realidad. La Seguridad del Estado ha sabido lograr la división dentro de las filas de la oposición. Los agentes encubiertos que le han penetrado alientan la división utilizando métodos sutiles de sugerencia. También es cierto que muchos de los dirigentes de los grupos opositores padecen de un alto grado de protagonismo creyéndose los portadores divinos de la verdad absoluta en sus proyectos políticos. Hay muchas manifestaciones de inmadurez política dentro de la actual oposición. Se inventan proyectos conciliatorios, se impulsan propuestas que requieren de la voluntad política del régimen para su realización, se adelantan soluciones participativas que solo se quedan en encuentros con los delegados de circunscripciones. Las revoluciones requieren de guías, de líderes conectados con la población y con capacidad de convocatoria. Eso no existe en Cuba.  Aquellos que puedan ser potenciales líderes el castrismo les ha confinado en las prisiones o les han obligado a partir al exilio.
No existe voluntad de unidad, cada cual quiere tener agarrado el sartén por su mango.
Las revoluciones en Africa del Norte estuvieron presididas por la comunicación y la fuerza aglutinante de las redes sociales como Twitter y Facebook, algo por cierto, prácticamente nulo en Cuba. Esa falta del enlace que ofrecen las redes sociales hace que cualquier manifestación de protesta pública que se produzca en un sector citadino se desconozca en otros sectores de la misma ciudad impidiendo el contagio de la revuelta.
Cada cubano tiene que tragarse su frustración, se siente aislado dentro del conjunto social y su vía de escape no es la rebelión sino la emigración, abandonar el país por cualquier medio aun hasta el que le ofrecen los caminos del suicidio que se abren sobre las olas del océano.
Borrazá concluye con amargo pesimismo: “La libertad no es algo que los dictadores regalan; se les arrebata a cualquier costo. Los dictadores se derrocan con el pueblo unido y sin miedo, en las calles. ¿Será posible que eso pase en Cuba? Lo dudo”.


LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanetorg) – Las protestas que realizaron hace dos semanas trabajadores por cuenta propia en el Ministerio del Trabajo, y los obreros de  la Unión de Investigación de la Celulosa del Bagazo, ambas entidades en el municipio Centro Habana, ¿podrían ser la  génesis del estallido social que algunos esperan se produzca en la isla?
¿Podrían replicarse en Cuba las revoluciones que sacuden al mundo árabe y han derrocado ya a dos férreos dictadores? Como Cuba es gobernada desde hace 52 años por una dictadura militar, es lógico que muchos piensen que los sucesos del mundo árabe repercutan en nuestro país.
Quisiera, por el bien de mi pueblo, equivocarme, pero las protestas de Centro Habana y otras que irremediablemente se producirán a medida que los despidos masivos anunciados se materialicen y los altos impuestos paralicen la supuesta mejoría que se espera aporte el nuevo “sector privado” a la economía, además de todo lo malo que Raúl Castro nos ha estado anunciando desde que tomó el poder, serán sólo un murmullo de varios, ahogado por la ignorancia e indiferencia de millones que, temerosos, no se atreverán a lanzarse a las calles a enfrentar al régimen.
Apuesto todo lo poco que tengo a que en Cuba no sucederá absolutamente nada. Se piensa que habrá otro maleconazo y algunos desean que suceda, pero olvidaron que aquella insólita descarga del verano de 1994, cuando el pueblo salió a las calles a desafiar al dictador,  solo duró unas horas: el régimen, astuto como siempre, puso a pelear al mismo pueblo entre sí.
Hoy día no es muy diferente, todo se mantiene casi igual. La oposición que, por decirlo de alguna manera, debería ser la cabeza de este pueblo indefenso y abusado, está quieta. No acaba de organizarse y mucho menos unirse. Algo que aprovechan los caciques  para gobernar a su antojo.
Los medios internacionales han dado una extensa cobertura a los sucesos en Túnez y Egipto y el mundo entero mira con expectativa a la isla comunista, esperando que algo pase. Pero lo mismo ocurrió cuando el campo socialista se derrumbó y de eso hace ya más de 20 años.
El miedo paraliza a nuestro pueblo. Nadie osa lanzarse a la calle a manifestarse en contra del gobierno y “el loco” que lo haga no encuentra el respaldo que merece. Ni siquiera la dividida oposición se apoya mutuamente. Además, está el ejército, que probablemente no tendrá reparos en disparar contra el pueblo si éste se atreve a rebelarse.
Por otra parte, olvidamos algo esencial que, aunque me moleste aceptarlo, es cierto. Nuestros dictadores son inteligentes, no por gusto se han mantenido más de medio siglo en el poder.
¿Fueron casuales las liberaciones de Héctor Maseda, Ángel Moya y Eduardo Díaz Fleites en estos precisos momentos? Tampoco son aleatorias las reflexiones del Fidel sobre los sucesos en Egipto. Él y los medios oficiales  ya le dieron el necesario toque antiimperialista a las revueltas, para confundir al pueblo una vez más, y hacer que los cubanos lo entiendan todo al revés.
Como decimos aquí, “olvídense de los peces de colores”. En Cuba todo es en blanco y negro; o en rojo y verde. Las protestas espontáneas que seguramente se producirán a raíz de la crítica situación que atraviesa el país, serán aisladas y se quedarán en la chispa que no prenderá el fuego que necesitamos para derrocar el régimen de los Castro. Para eso hace falta un pueblo que de verdad quiera ser libre.
La libertad no es algo que los dictadores regalan; se les arrebata a cualquier costo. Los dictadores se derrocan con el pueblo unido y sin miedo, en las calles. ¿Será posible que eso pase en Cuba? Lo dudo.
Adolfo Pablo Borrazá, Villa Clara, 1977. En 2006 ingresó al Partido Republicano de Cuba (PRC), formo parte del grupo de trabajo de la Comisión Martiana. En abril de 2009 fue expulsado de la Universidad de La Habana, donde cursaba el primer año de Psicología. Pasó el curso para periodistas impartido por Florida International University.

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