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lunes, 20 de diciembre de 2010

Jonathan Farrar y el conflicto de la oposición cubana

Mario J. Viera


Los medios han dado a conocer la filtración de un cable del Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana tocante a la situación de los grupos opositores de Cuba.


En un cable fechado el 15 de abril de 2009, Jonathan Farrar expone su opinión al Departamento de Estado sobre la disidencia interna y su propuesta de que la política de Estados Unidos debiera enfocarse prioritariamente en los blogueros y los artistas jóvenes que han hecho su aparición en Cuba a los que consideró mucho mejores en tomar posiciones ‘rebeldes' con mayor atractivo popular''. Al respecto, Farrar concluye: “… creemos que es la generación más joven de ‘disidentes no tradicionales', como es el caso de Yoani Sánchez, la que es más probable que tenga un impacto mayor a largo plazo en la Cuba post Castro”.

Farrar, además, indicó que el enfoque opositor de defensa de los derechos humanos, aunque muy válido no toca los intereses de los cubanos a quienes les preocupa más contar con más oportunidades de viajar libremente y tener una vida más acomodada”. Añadía críticamente en el cable que remitiera al Departamento de Estado que los opositores “tienen que empezar por conseguir cierto nivel de unificación de sus intenciones como oposición, o al menos dejar de gastar tanta energía tratando de obstaculizarse unos a otros”. Expuso que la mayoría de los opositores, según él los más importantes son mayores de 60 años, tienen “un contacto muy escaso con los cubanos más jóvenes” y su mensaje “carece de atractivo para ese segmento de  la sociedad”.

La observación más fuerte que hace el diplomático americano sobre los grupos opositores es que muchos de esos grupos “tienden a ser dominados por individuos con fuerte orgullo personal que no colaboran bien y son por lo tanto blancos fáciles para la manipulación de los servicios de la Seguridad cubana” que los han penetrado.

Luego de conocer el contenido de este cable, es necesario preguntarnos ¿a qué conclusiones debemos arribar?; ¿se trata de un conjunto de opiniones equivocadas, injustas?, o por el contrario, estos criterios del jefe de la diplomacia norteamericana en Cuba ¿responden a un juicio correcto y apropiado del conflicto de la oposición interna?

Una verdad es evidente. La oposición cubana es una oposición fragmentada en numerosos grupos, dispersa, con escasa vinculación con los diferentes sectores de la sociedad y muchas veces atrincherados dentro de los marcos de sus propuestas y en choque con las propuestas de otros grupos. Los intentos de buscar una concertación entre los diferentes grupos, en el pasado, resultaron en completo fracaso debido a la acción encubierta de la seguridad del estado, a la desconfianza mutua entre los dirigentes opositores y disidentes y a la ausencia de una verdadera voluntad política de alcanzar la unidad como fue el caso de Concilio cubano abandonado cuando la seguridad del estado detuvo a sus principales gestores y por la indecisión de un importante sector de la oposición moderada que planteó un “compás de espera” para su realización.  Como dijera en un artículo de 1998, con “el abandono del objetivo esencial de Concilio Cubano, la disidencia interna no dejaba escapar una oportunidad de hacerse sentir como factor destacado en la arena política, sino que renunciaba por sí misma a esa oportunidad única

Para que la oposición anticastrista pueda actuar como contrapartida al régimen de partido único requiere de un determinado grado de representatividad y consenso, así como un definido grado de madurez y de “olfato político” que le posibilite el actuar como una fuerza de equilibrio entre la sociedad y el poder político o dicho de otro modo, constituirse como el partido unido opositor.

Excusándome por citarme a mí mismo, considero que todavía tiene validez lo que señalé en un artículo publicado en Cubanet en septiembre de 1999: “Sin la unidad, sólo alcanzable rechazando el ansia de liderazgo y de volverse solamente hacia el otro lado del Estrecho de la Florida, la disidencia siempre estará expuesta a la manipulación de la policía política e impedida de ejecutar una acción conjunta y del desarrollo de una propaganda política acertada dirigida hacia lo interno, hacia ese hombre y esa mujer que se sienten impotentes ante el poder de un gobierno que se cree el padrecito de la nación, y que ofreciéndole la zanahoria de algunos confusos beneficios sociales es capaz de "disciplinarle" a la primera manifestación de desobediencia o de comportamiento digno”.


No pasa mucho tiempo sin que aparezca un nuevo “proyecto opositor” de algún que otro grupo, diferentes unos de otros y, en ocasiones, antagónicos entre sí, buscando “soluciones” ideales y dentro de los supuestos “resquicios legales” de la dictadura. De este modo aparece el Proyecto Varela, el Proyecto Heredia, las propuestas del grupo denominado “Todos Unidos”, los proyectos de cambio participativo y muchos más, olvidando lo más importante: la elaboración de un proyecto único que promueva la unidad opositora en un partido con programa definido y con propuestas no solo abstractas sino, y fundamentalmente con propuestas concretas para problemas concretos.
Conformar un partido unido de la oposición no es tarea fácil. El régimen hará todo lo imposible para frustrar el esfuerzo unitario porque sabe que es más fácil quebrar la varilla suelta que quebrar un haz de varillas unidas. Ni siquiera se puede hacer uso de la discreción para encaminar la gestión de consolidación del Partido ya que los agentes encubiertos que han penetrado a los grupos opositores y disidentes lo impedirían. La oposición debe elaborar los métodos más inteligentes y definir las etapas o pasos previos que se requieran para alcanzar la unidad. No es cuestión de días ni de semanas. Lo importante es que exista la voluntad política de abandonar cualquier pretensión de protagonismo o de imponer una determinada corriente ideológica y  adelantar criterios y tácticas unitarias.


Los grupos que en el pasado siglo se enfrentaron al régimen de Fulgencio Batista hallaron su legitimación en la defensa de la Constitución de 1940. La oposición anti castrista puede fundar su legitimación en la propuesta de la Constitución de 1940 y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin entrar en debates sobre la actualidad o no de la Carta de 1940.


Deberá consolidarse una común proyección con respecto a sectores claves de la sociedad como la juventud, el sector femenino, el sector obrero y campesino, el sector de artistas e intelectuales, la infancia y el trato a los ancianos, donde predomine, sobre los factores abstractos, las exigencias concretas de la población, y muy especialmente formar un cuerpo de agitadores políticos que puedan actuar entre la población, los sindicatos y las asambleas de rendición de cuenta de los delegados del Poder Popular. Deberá buscarse una plataforma que recoja los criterios que son comunes a todos los grupos de oposición, dejando para el futuro los puntos divergentes como bases para la formación de los diferentes partidos una vez alcanzada la fase de la transición política.


Este mismo empeño unitario debe ser recogido en el exilio sin pretensiones de control sobre el movimiento opositor interno. El exilio deberá jugar el papel de la retaguardia segura y activa de la oposición interna sin renunciar a participar en la vida política del país en la etapa post castrista.
La representatividad de la oposición cubana se alcanzará con una dirección unida, respetada por todos y elegida democráticamente por toda la oposición hoy dispersa.

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