Mario J. Viera
BBC Mundo se pregunta: “¿Por
qué después de las críticas de Donald Trump al islam, Arabia Saudita es el
destino de su primera visita al extranjero como presidente de EE.UU.?” Y
responde: “Hay varias razones por las que la elección de Arabia Saudita como
destino del primer viaje oficial de Donald Trump como presidente de Estados
Unidos puede considerarse sorprendente”. Arabia Saudita, primer país que Donald
Trump visita como presidente. ¡El primero! Y rememora BBC, que en febrero de
2016 sugirió que funcionarios sauditas habían sido cómplices de los ataques del
11 de septiembre y a lo largo de su campaña llegó al punto de identificar a
Arabia como uno de los enemigos de EE.UU. y así era aplaudido febrilmente por
sus fieles seguidores. Además, a finales de marzo de 2016 Trump le diría al New
York Times: "Sin nosotros, Arabia
Saudita no existiría por mucho tiempo", y dijo que consideraría
detener las compras de petróleo de Estados Unidos a Arabia Saudita a menos que
el Gobierno saudí aportara tropas en contra del Estado Islámico. "No se nos está reembolsando el tipo de
tremendo servicio que estamos realizando al proteger a varios países. Ahora
Arabia Saudita es uno de ellos", agregó Trump.
Y BBC ve como una de
las razones para esa visita a Arabia Saudita la compra de armamento
estadounidense por cerca de US$110.000 millones que hiciera el reino saudí, incluyendo “sofisticados
sistemas de radares, aviones y barcos, por un valor US$109.700 millones”. Pero
hay algo más, según BBC, Trump desea que Arabia haga inversiones en Estados
Unidos: “Son cientos de miles de millones
de dólares en inversiones en Estados Unidos ─ expresó jubilosos el magnate
presidente ─ y trabajos, trabajos,
trabajos”.
Los sauditas, tan
taimados, tan astutos, ven la gran oportunidad económica y militar de tratar
con el magnate que parecía “el enemigo”. No importa todo lo que afirmara Trump
durante su campaña para captar a su ferviente electorado, así lo entienden los
sauditas y así, nos informa BBC, lo que declara a The Wall Street Journal el
ministro de relaciones exteriores saudita Adel al Jubeir: "La gente dice muchas cosas durante la
campaña. Y yo no creo ni por un minuto que el presidente Trump sea anti
nada”. ¿Bonito, verdad? Pero hay más, ellos le conocen bien, saben que a él le
agrada resaltar, ser aceptado y aplaudido por todos y los árabes le dieron por
el gusto. Le colocaron alfombra roja para ser recibido por todo lo alto y, como
reporta The Associated Press, “mientras Trump y el rey de 81 años, que se
apoyaba en un bastón, caminaban sobre la alfombra roja, aviones militares
cruzaron el cielo y dejaron una estela en rojo, blanco y azul”. ¡Todo un
espectáculo! Luego, el gran amigo ex enemigo, al igual que antes Vladimir
Putin, Theresa May y Barack Obama, el rey le otorgó a Trump la condecoración
que representa el honor civil más alto que concede Arabia, la medalla de
Abdulaziz Al Saud. Luego Trump hasta se atrevió, muy alegremente, al participar
en una danza tradicional de los árabes al compás de los tambores y del rítmico
movimiento de los danzantes que agitaban espadas.
El gobierno saudí, lo
tenía bien calculado, sabía que el más beneficiado con la visita del presidente
de Estados Unidos y con los acuerdos a que se arribaran ellos serían los más
beneficiados. Todo venía siendo preparado desde el pasado 30 de enero en una
comunicación telefónica entre el rey Salmán bin Abdulaziz y Trump ambos
acordaron que era importante “hacer cumplir de forma rigurosa el Plan Integral
de la Acción Conjunta con Irán”. Riad estaba resentido con Obama por el acuerdo
alcanzado en Viena con el gobierno iraní el 14 de julio de 2015 y suscrito
además de Estados Unidos por China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania. En
esa ocasión, Trump fue fuertemente crítico con el acuerdo, que según Obama
había “frenado la expansión de las armas nucleares en Oriente Próximo”, pero
que él calificaba como catástrofe. El pacto de Viena se ha considerado como una
victoria diplomática de la administración Obama facilitada por la llegada al
ejecutivo del Irán en 2013 de Hasán Rouhaní, un hombre bien separado de las
posiciones extremistas de su antecesor Mahmud Ahmadinejad, y tenido como un
político moderado de centro. Por este pacto el gobierno iraní aceptaba la
condición de no enriquecer el uranio por encima del 5%; reduciría además sus
centrifugadoras que enriquecen el uranio necesario para elaborar una bomba
atómica, asi mismo, suprimiría el reactor para la producción de plutonio y se
comprometía a aceptar las verificaciones del Organismo Internacional de la
Energía Atómica (International Atomic
Energy Agency IAEA)
Por otra parte, los
sauditas ni siquiera se sintieron ofendidos porque la Primera Dama Melania y la
Primera Hija Ivanka, al descender del Air Force One a su llegada a Riad no
optaron por cubrirse la cabeza como es obligatorio para las mujeres árabes.
Nada que criticar porque esa regla exceptúa a las extranjeras; pero ¡Caramba,
hombre! Trump olvidó un pequeño detalle al respecto. A la muerte del rey saudí,
Abdalá bin Abdulaziz al-Saúd, luego de transmitir sus condolencias al nuevo
rey, Obama el 28 de enero de 2015 haría una escala en Riad acompañado de
Michelle Obama y de algunos funcionarios de gobierno para ofrecer sus condolencias,
de manera directa, a Salmán bin Abdulaziz; pero Michelle no se había cubierto
la cabeza... ¡Gran ofensa! Si no para los árabes, si para Donald Trump, que
indignado por el sacrilegio de los Obama, soltó al siguiente día uno de sus
tuit criticando a la Primera Dama: “Many
people are saying it was wonderful that Mrs. Obama refused to wear a scarf in
Saudi Arabia, but they were insulted.We have enuf enemies” ─ “Mucha
gente está diciendo que fue maravilloso que la señora Obama se negara a llevar
velo en Arabia Saudita, pero ellos fueron insultados. Ya tenemos suficientes
enemigos”.
Los fervientes
admiradores de Donald Trump, aplauden entusiasmados el fortalecimiento de las
relaciones conseguido con esta visita presidencial a un país donde se practica,
con todo su rigor, la ley de la Sharía. Ni lo aplaudo, ni lo critico. Está
haciendo, simplemente, lo que tantos presidentes de Estados Unidos han practicado
desde el gobierno de Franklin D. Roosevelt. En Arabia Saudí los derechos
humanos ni siquiera son papel mojado, ¡No existen!, pero el gobierno saudí es
bien astuto y este asunto de los derechos humanos lo tiene sin cuidado; conocen
su importancia estratégica en el Medio Oriente, saben que son la contraparte
del Estado Islámico de Irán su natural enemigo y tienen en cuenta el poderío
que le otorgan sus pozos petroleros. Son una pieza importante en el plano
estratégico, por eso sus relaciones se las diputan Rusia, Gran Bretaña y
Estados Unidos.
Lo que resulta más
interesante de todo este asunto es que ahora los obstinados simpatizantes y
seguidores de Donald Trump no levantan su indignada voz por este acercamiento
del presidente con el gobierno de Riad, como acostumbraban a hacer en contra de
Barack Obama por sus relaciones con un país tan violador de los derechos
humanos como es Arabia Saudita. ¡Cuántas cosas dijeron! Ahora están callados.
Estados Unidos es el gran amigo de los árabes y ya no se menciona “el
terrorismo islámico” que tanto mencionaba Trump. Ahora Trump y sus seguidores
son conciliadores: “Ésta no es una
batalla entre distintas religiones, distintas sectas o entre civilizaciones.
Ésta es una batalla entre los criminales bárbaros que quieren acabar con la
vida humana en nombre de la religión y las personas decentes de cualquier fe
que buscan protegerla... Ésta es una batalla entre el bien y el mal. Cuando
vemos la sangre no vemos la religión de las víctimas… Son hijos de Dios”.
Parece ser que los seguidores de Trump serán la negación de la negación...
¿Mirarán con buenos ojos a los que practican el islamismo? ¿Estarán dispuestos
a recibir a los refugiados de Siria y de Irak, que también “son hijos de Dios”?