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jueves, 16 de abril de 2015

La cumbre de los abusos y discursos vacíos

La desconexión que existe en América Latina entre sociedad civil y gobiernos se hace cada vez más grande

Carlos E. Ponce. EL PAIS




Desde su planificación, la VII Cumbre de las Américas en Panamá exhibió un visible menosprecio por la sociedad civil. El Gobierno de Panamá, a lo largo de los días previos y durante el evento, demostró que la importancia de la “sociedad civil” solo fue cierta en los discursos, no así en los foros y mesas de trabajo. Las organizaciones presentes en Panamá no fueron invitadas a la Cumbre en sí, sino a un foro, mal organizado por el Gobierno de Panamá y boicoteado por el Gobierno cubano.

Los problemas para la sociedad civil comenzaron con el mismo proceso de acreditación, el cual resultó lento, ineficaz y excluyente. El reglamento del mismo establecía que cada ONG podría presentar dos personas para ser acreditadas, y decía también que dichas acreditaciones se anunciarían un mes antes de la Cumbre. Lejos de ser así, la selección fue discrecional. En muchos casos se aceptó a solo una persona por organización y las mismas no se anunciaron hasta unos pocos días antes del evento, lo cual generó muchas deserciones, dados los altos costos de pasajes. Tal no fue el caso de la “sociedad civil” chavista y castrista, quienes por supuesto contaron con el apoyo económico de sus Gobiernos.

La mecánica del Foro de Sociedad Civil consistía en la estructuración de seis mesas en torno a diferentes temas de políticas públicas, en las cuales los miembros de la sociedad civil se reunirían a debatir y redactar un documento final. Este documento sería posteriormente presentado por un vocero a los Presidentes y representantes de cada país, durante el acto de clausura del Foro.

Nada de esto ocurrió. Dos de estas mesas de trabajo no pudieron ni siquiera estructurarse dadas las acciones violentas por parte de los grupos que mediante gritos e incluso golpes prohibieron a la sociedad civil venezolana y cubana – y a la de todos los países que buscaban un debate sano- iniciar la discusión. Todo esto, sumado al pésimo nivel de seguridad, la cual en ningún momento estuvo a la altura de las circunstancias, tuvo como resultado un final anunciado: el boicot de funcionarios castristas-venezolanos y ecuatorianos disfrazados de sociedad civil.

Los miembros de la sociedad civil que querían participar de estos debates se vieron obligados a retirarse. Formaron otras dos mesas en las cuales se trabajó durante más de ocho horas de forma democrática y de las cuales surgieron dos voceros y dos propuestas de trabajo. Sin embargo, al llegar el momento de la reunión con los Presidentes, el Foro continuó su declive. El supuesto diálogo que debía darse entre la sociedad civil y los Presidentes terminó en un conjunto de sillas vacías y desconsideración de la mayoría de los Gobiernos, que ni siquiera enviaron a un representante. El único presente fue el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. El Presidente anfitrión Juan Carlos Varela llegó tarde junto con el presidente Barack Obama y se retiraron inmediatamente tras dar sus discursos.

Pero más grave aún, fue que los organizadores decidieron arbitrariamente y prohibir que las dos comisiones, que el día anterior habían tenido que abandonar la sala tras los actos de violencia, presenten sus conclusiones y recomendaciones. Fuera de los Foros, el Gobierno de Panamá dejo que se le escaparan de las manos de grupos violentos, dejándolas operar con la impunidad otorgada por sus pasaportes diplomáticos y protección de los Gobiernos de Cuba y Venezuela. Estos grupos se dedicaron a boicotear las reuniones y perseguir líderes de sociedad civil apostándose en las estradas de los hoteles para amenazar, insultar y golpear.

A nivel de la Cumbre de Presidentes, las reuniones en si no aportaron nada, destacándose por interminables discursos con dogmas pseudo ideológicos, sin contenido práctico alguno. Rafael Correa intentó darle una clase de historia a Obama, quien en una intervención fuera de guion, lo dejó mudo al decirle que él prefiere una prensa mala que lo critique, a que no exista prensa. Nicolás Maduro, por su parte, centró su discurso en seguir tratando de quitar las sanciones en contra de sus funcionarios corruptos y violadores de derechos humanos.

La Cumbre acabó sin documento final, sin acuerdos regionales y, peor aún, sin siquiera mencionar el tema de los presos políticos y las violaciones a la Carta Democrática por parte del Gobierno de Venezuela. Lo que ocurrió en Panamá, si bien previsible, fue lamentable y muchos se lo expresamos directamente a la OEA y al mismo Gobierno de Panamá. La desconexión que existe en América Latina entre sociedad civil y Gobiernos se hace cada vez más grande. La sociedad civil no fue escuchada. Los Presidentes, nos dieron la espalda.


Carlos E. Ponce es director para América Latina y el Caribe de Freedom House.

miércoles, 15 de abril de 2015

La Cumbre de las Américas concluyó, luego ¿qué?

Mario J. Viera


Todos se empeñan en repetir hasta el aburrimiento que esta recién celebrada y concluida Cumbre de las Américas, ha sido histórica, solo porque el presidente de la nación que se erige como el baluarte invencible de la democracia mundial le diera un estrechón de manos, con el coro de fondo de los aplausos de los mandatarios del continente, al representante de la dictadura más longeva de la historia universal.

Nada hay de histórico en esta Cumbre, tanto que ni siquiera dejó como legado una declaración final. Los historiadores del futuro se quedarán sin el auxilio de un documento escrito que les permita valorar la trascendencia de los resultados, en el orden político, de esta triste y vacua Cumbre de Panamá.

Quizá hay un detalle a destacar en esta Cumbre de Panamá: Ninguno de los mandatarios legítimamente electos, y presentes en la Cumbre de Panamá, mostró la menor repugnancia de compartir mesa con un gobernante usurpador sin la legitimidad de la elección popular. Todos, sin pudor, aplaudieron, al único mandatario jamás electo por su pueblo; al único mandatario de una dictadura militar y elitista; al único mandatario que rechaza en su totalidad la carta democrática de las Américas.

Ninguno de los gobernantes de América le dijeron al invitado que no estaba vestido con la legitimidad democrática: “Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?” tal como dijera el rey de la parábola de Mateo 22:1-14, al invitado que, sin respeto, se había presentado en la boda sin la correcta vestidura para estar en ella. Ninguno exigió lo que exigiera el rey de la parábola citada: “Átenle de pies y manos, y échenlo en las tinieblas de afuera”.

Después de la Séptima Cumbre de las Américas, ¿qué? Pues ¡Nada! Todo seguirá como antes, salvo la mano extendida del presidente Barack Obama al general sin batallas Raúl Castro, un dictador, igual que fuera Augusto Pinochet. Los Castro continuarán aferrados a sus “principios” sin dar concesión al respeto de los principios de los otros, de los que se oponen a su dictatorial y ya mayoritariamente insoportable régimen para los habitantes de la isla.

Sin palabras lo han expresado con los actos de intransigencia que sus oficiales de la seguridad del Estado, vestidos con traje de sociedad civil, orquestaron en Panamá en contra de los miembros de la silenciada y verdadera sociedad civil cubana: “Con el enemigo se puede dialogar para tener un poco de aire renovador; para las propuestas de los opositores, solo palos, ofensas y rechazo.

Continuarán considerándose dueños de Cuba. ¡Nada de reformas democráticas! Se incrementará la represión ante las narices del gobierno de los Estados Unidos; en definitiva, no importa, existen diferencias de interpretaciones en cuanto al tratamiento de los derechos humanos y nadie puede enjuiciarles porque se trata de un asunto de “soberanía nacional” y de “autodeterminación de los pueblos”, aunque nunca se haya consultado con el pueblo lo que realmente quiere para su nación.

¿Diálogo con los opositores? ¡Jamás! Ellos siguen siendo considerados como “vende patrias”, como “mercenarios del imperialismo”.

¿Elecciones libres? Eso no encaja en la doctrina castrista del poder. Solo los comunistas tienen el poder y no lo compartirán con nadie.

¿Estado de Derecho? Ellos mirarán hacia otra parte, se encogerán de hombros y dirán: “No estamos dispuestos a hacer concesiones al liberalismo de las sociedades burguesas capitalistas. Nuestra democracia es perfecta, ordenamos y todos acatan”.

Estados Unidos retira al castrismo de la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo. ¡Magnífico! Pero continuarán en estrecha alianza con Corea del Norte, con Irán, con la Rusia de Putin. No condenarán a Hezbolá y mantendrán amparando a terroristas bajo el rubro de “refugiados políticos”. Bajo cuerda, la Inteligencia cubana seguirá dando apoyo a organizaciones terroristas enemigas de los Estados Unidos, como principio de “solidaridad revolucionaria”.

¿Beneficios económicos para el pueblo de Cuba? Bueno, sí, luego de satisfacer las “demandas siempre crecientes” de los miembros del Buró Político; luego de garantizar la fortaleza de los aparatos represivos y de espionaje como la Seguridad del Estado; no sin antes dedicar una buena parte de los ingresos a la “modernización” de las fuerzas armadas y, por último, después de asegurar los insumos dedicados al turismo internacional. Lo que quede se distribuirá entre la población a través de las Tiendas Recaudadoras de Divisas.


Dentro de una semana ya no se hablará de la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá. Los cubanos continuarán maniatados y amordazados. Sin esperanzas o acaso idealizando en sus corazones una criolla Operación Walkiria.