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jueves, 27 de febrero de 2014

Venezuela: ¿Hacia una guerra civil?




Oscar Arnal. EL UNIVERSAL


Para Venezuela el peor escenario sería una guerra civil. Ya tuvimos una, que se llamó la guerra larga o federal, y que trajo cinco años de dolor, devastación y sangre. El odio se esparció entre nosotros. Se gritaron consignas absurdas: "que mueran los blancos y todo aquel que sepa leer y escribir"... "Tierra y hombre libres"... "Horror a la oligarquía"... Finalizada, Antonio Leocadio Guzmán, uno de sus principales instigadores afirmó que ellos habían levantado las banderas del federalismo porque el grupo gobernante era centralista, pero si hubiera sido al revés, argumentaban lo contrario. Se trataba solo de tomar el poder por el poder. Al final no hubo cambios y todo siguió igual. El siglo XIX fue el tiempo de las montoneras, las revoluciones y los caudillos alzados. Al final el estribillo que se cantaba era aquel que exclamaba: "ya Venezuela no quiere guerra, porque esta tierra se va a acabar, militares, generales, coroneles, sinvergüenzas, no la dejan descansar". La guerra federal terminó con la dictadura de Páez. En la autobiografía del centauro, un libro obligado para cualquier historiador o político venezolano, Páez señala que nada puede ser peor que una guerra entre compatriotas. Páez se fue con el tratado de Coche y nunca más volvió a residenciarse en Venezuela. El propio presidente Caldera, siempre contaba una anécdota, señalando que nada como la paz, aunque ésta fuera tuerta y hasta de malos augurios.


En los últimos días, hemos vivido muchas tragedias, con un saldo de más de una decena de muertos, heridos y más de quinientos detenidos. Algunos de los asesinatos y parte de la violencia se han producido en circunstancias muy extrañas, que dejan muchas interrogantes. La protesta tiene su foco en sectores de clase media y se han causado grandes destrozos a la propiedad pública y privada. Las pérdidas humanas sobre todo, pero también las materiales son inmensas. La educación se ha semiparalizado con graves consecuencias para quienes son el futuro del país. Muchas de nuestras calles se trancan con barricadas e incendios. El caos se siente especialmente en los vecindarios de las clases más favorecidas.


Por las redes sociales, hay un mensaje reiterado que apela a una salida ya y a las guarimbas. Acusan a este gobierno de ser una dictadura, pero muchos sin darse cuenta claman por otra y por una guerra. Por un golpe que saque a quienes gobiernan del poder. No se dan cuenta, que sí eso se llegará a producir, en ese nuevo gobierno, nunca de facto podrían estar quienes están en la línea opositora al frente, porque el país explotaría en mil pedazos. El PSUV ganó veinte gobernaciones, la oposición solo tres, y once de los gobernadores oficialistas son militares. Controlan casi todo el país rural, con un poco más del 70% de las alcaldías en su poder. En las zonas más populares de la capital el chavismo sigue siendo mayoría. Algunos ingenuamente, dicen que el nuevo gobierno llamaría a elecciones. A mí no me extraña, que en ese remoto escenario, producto de la victimización, las vuelvan a ganar como lo hizo Perón en Argentina o los sandinistas en Nicaragua.


La protesta es vital. Es un derecho y debe ser permanente. Pero siempre pacífica, llamando a la paz y con propuestas firmes. Nuestros hermanos colombianos se han matado durante más de 50 años, en una guerra civil absurda, que hoy gracias a Dios languidece. En países con tiranías horribles, a la de Pinochet en Chile o a la del Partido Comunista en Polonia, se las derrotó con amplitud en las urnas. Durante la llamada "republica civil", Luis Herrera Campins con Copei y Caldera, venció a AD, en medio de un boom económico sin precedentes. No es el caso del actual gobierno, el modelo económico seguirá colapsando si no hay grandes rectificaciones. La inflación, la escasez y la inseguridad están desbordadas. El pueblo como siempre lo hizo antes, apostará muy duro en otra dirección, será el momento de una Constituyente y del revocatorio para cambiarlo todo. El año que viene son las parlamentarias, que servirán para volver a medir las fuerzas populares. Basta ya de acelerar una salida incierta, donde el remedio siempre en medio de la violencia, quemándonos entre nosotros mismos, es mucho peor que la enfermedad.