lunes, 31 de octubre de 2016

Capítulo XXXV Segunda Parte. “Amigos, aliados y enemigos. Un análisis crítico de la Era del castrismo”.

Mario J. Viera


Panorama social, político y económico de Cuba en 1958

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Con el monótono esquematismo propio del marxismo estalinista, la Lic. María del Carmen Alba Moreno[1], clasifica los diferentes sectores del campesinado cubano de la época republicana en tres capas: Campesinos Ricos, campesinos medios y campesinos pobres y, junto a estas capas, la del “proletariado y el semiproletariado agrícolas”.  De acuerdo con el Censo Agrícola Nacional de 1946, las fincas agrícolas de hasta 10 caballerías (1 cab = 13.42 ha), representaban el 80% de todas las fincas, y ocupaban una superficie agraria de 82 834.5 cab, es decir, e 13.8% de toda la superficie en cultivo del país. Las fincas de 10 a 30 cab constituían el 11.5% del total de fincas con una superficie total de 86 279.6 cab para un 14.6 del total de tierra bajo cultivo. En cambio, las fincas de más de 30 cab, aunque constituían el 8.5% de todas las fincas, la superficie que ocupaban era de 426 960.6 cab para un 71.6% de toda la tierra bajo explotación. En esta última categoría caen los latifundios cañeros y las haciendas dedicadas a la ganadería extensiva. Estos, cuyos propietarios podría ser definidos como la clase de los “campesinos ricos” de Carmen Alba Moreno, en gran parte se trataba de personas jurídicas como la United Fruit Co, la Atlántica del Golfo, y la Cuban American Sugar. Estas compañías controlaban más de 52 mil caballerías de tierras de labor.

Este último dato se ha manoseado en exceso para intentar demostrar que el campesino había sido despojado de la tierra y se le impedía contar con siquiera un palmo de tierra propio; así desde el aparato burocrático del gobierno de Castro se insiste en los datos que clasifican a los campesinos en propietarios, un total de 56 134, y no propietarios, que ascendían a una cifra de 99 853, tal como se expuso en el Primer Forum Nacional de la Reforma Agraria, 1959. Se trata de una manipulación demagógica de las cifras, pues dentro de la categoría de no propietarios están incluidos aquellos que, sin poseer título de propiedad de la tierra, tienen posesión de la misma bajo la forma de aparcero, arrendatario o precarista. El aparcero es aquel campesino carente de capital que se compromete a cultivar un lote propiedad de otro campesino que le otorga los insumos necesarios para la explotación de la tierra, a cambio de repartir el total de la cosecha entre él y el propietario. El arrendatario es el campesino que paga un determinado precio o canon al propietario de una finca para el uso de un lote que este no tiene bajo explotación. El precarista, en Cuba, era el campesino no poseedor de tierras de labranza que tiene la tenencia o ha ocupado un lote de terreno no atendido por su propietario o formando parte de las tierras realengas o de propiedad estatal.

Los latifundios cañeros, principalmente. constituían verdaderos monopolios sobre el mercado de tierras y representaban un freno para el desarrollo económico del país, principalmente en las provincias orientales donde estos predominaban, y serían además un obstáculo para la diversificación agraria. El latifundio había sido declarado proscrito por la Constitución de 1940 y muchos proyectos de leyes se habían presentado en el Congreso para cumplir con aquel mandato constitucional; pero por diversos motivos, entre ellos la limitante del artículo 24 de la Constitución, y por los intereses creados, estos proyectos se posponían o nunca llegaron a ser debatidos.


La propaganda castrista ha insistido en un tema conmovedor para cualquier espectador y dramático para sus actores: los desalojos de campesinos. En documentales fílmicos de cruel realismo se describen los desalojos. Humildes y desnutridos campesinos viviendo en rústicas chozas ven, con expresión de horror y de angustia, como fieros y robustos guardias rurales le prenden fuego a la choza luego de haber lanzado fuera los pobres y escasos enseres de aquellos infelices que la ambición e impiedad de un cruel terrateniente les echa a la guardarraya. Cruel en verdad la escena que se muestra y que provoca una reacción de indignación entre los espectadores. De lo profundo del alma nos brota una frase de condena: “¡Ah, malditos latifundistas, que despojan a los pobres en complicidad de las autoridades, para hacerse ellos más ricos y más poderosos!”  Y se siente odio; odio hacia la crueldad humana, odio hacia los poderosos, odio hacia los ricos… “¡Viva la Revolución!”

Pero… ¿eran estos desalojos reiterativos en las comunidades rurales? Sí, por supuesto, hubo desalojos de campesinos; pero, aunque sin dejar de ser cruel, se trataba de desahucios al vencerse los términos del contrato de aparcería acordado entre el terrateniente y el campesino aparcero. Por lo general estos contratos de arrendamiento o de aparcería se hacían de palabra, sin ningún documento escrito; de este modo, algún que otro inescrupuloso arrendador esperaba que los cultivos estuvieran próximos a ser cosechados para reclamar la devolución del predio arrendado[2]. Para actuar, el propietario tenía que interponer un proceso de desahucio ante tribunal competente y luego, con el fallo judicial a lugar, se procedía a desalojar al aparcero[3]. ¡Claro está! El aparcero tenía derecho a interponer demanda contradictoria a la de desahucio; pero no siempre contaba el campesino con medios para contratar a un abogado que le representara y, sobre todo, muchos desconocían por ignorancia sus derechos. Las escenas de los desalojos son verdad, pero una verdad a medias. En ocasiones las disputas se generaban a partir de interpretaciones jurídicas sobre quien en realidad era el propietario de una tierra en disputa como sucedió con el muy mentado Realengo 18 ubicado en el lomerío de Guantánamo.

Cuando se iniciara la colonización de Cuba por los españoles, los municipios y ejidos repartían las tierras como corrales y hatos que tenían forma circular. Las tierras circunscriptas entre los círculos se consideraban “tierras realengas”, de propiedad de la Corona Española. Cuando se produce el Pacto del Zanjón ─ armisticio firmado entre el gobernador español y las fuerzas mambisas poniendo fin a diez años de guerra por la independencia ─, el Capitán General, Arsenio Martínez Campos, con el objeto de consolidar el armisticio, decidió repartir lotes de tierra de los realengos entre los desmovilizados del Ejército Mambí, encomendando esta labor al general del Ejército Libertador Guillermo Moncada. El Realengo 18 sería uno de aquellos que se parcelaron y repartieron entonces. Al reanudarse en 1895 la guerra por la independencia, varios generales mambises, entre ellos el general Antonio Maceo, les aseguraron a los campesinos que cultivaban tierras realengas que podían permanecer en sus lotes. Aunque sin títulos escritos que ampararan la propiedad, los campesinos se sentían como legítimos propietarios de las tierras que cultivaban. En 1920 el Consejo de Veteranos de Guantánamo logró que se reconocieran los realengos como tierra propiedad de la Nación.

Eran los años de la expansión latifundista azucarera, cuando se produjo el gran conflicto campesino entre el derecho de usucapión de la tierra por los campesinos y el supuesto derecho de dominio en virtud de compra al Estado por la Compañía Azucarera Maisí, propietaria del Central Almeida. Esta Compañía, el 3 de agosto de 1934 encargaba a un ingeniero o agrimensor de nombre Félix Barrera para que hiciera la mensura y deslinde de unas tierras que había adquirido algunos años antes y que abarcaba hasta las tierras del Realengo.  Sin embargo, los campesinos del realengo, organizados en la Asociación de Productores Agrícolas fundada por ellos mismos, se opusieron al deslinde. Armados con sus machetes y hasta con escopetas, se dice que cerca de mil hombres se opusieron a las intenciones de los propietarios del Maisí. Aunque el presidente Carlos Mendieta Montefur, un gobernante títere del Coronel Fulgencio Batista, se puso de parte de la Compañía, la lucha decidida de los campesinos, logró captar aliados en todo el país, entre los que se encontraban el Directorio Revolucionario Estudiantil y los obreros azucareros de la zona, quienes habían declarado irse a la huelga en apoyo de los campesinos del realengo. Ante tal situación, el Gobierno se vio obligado a firmar, tras fuertes negociaciones con los campesinos, el Acta de la Lima por la cual se reconocían los derechos de los campesinos a la propiedad del Realengo 18.

La legislación cubana no había llegado a formar un cuerpo normado de Derecho Agrario que regulara con precisión las relaciones de propiedad fundaría, el uso de la tierra (tratamiento del suelo y sistemas de cultivo), el empleo, una política fiscal ajustada a las características del ambiento socio-económico del agro y el impacto sobre la transformación del medio ambiente.

En sentido general, el campo quedaba relegado; pésimo era el nivel de enseñanza en las intrincadas zonas rurales y se carecía en ellas de atención médica; en el campo no había médicos rurales y el campesino tenía que recurrir a la asistencia de curanderos y a la medicina casera. No mentía Castro cuando planteara el siguiente conflicto: “Un campesino podrá preguntarse por qué antes no había maestros, por qué no había servicio médico rural, por qué no se construía antes una ciudad escolar, por qué no se traía a los hijos de los campesinos a estudiar[4]. Y esto no era una verdad de opinión; era un hecho.

En las zonas rurales había atraso y pobreza, pero sin llegar a los niveles de degradación generalizada que se sufrían en muchos países latinoamericanos y muy en especial en los países de las denominadas Repúblicas Bananeras. No, en el campo cubano no tenía sentido la desgarradora letra de El Arriero de Atahualpa Yupanqui: “Las penas y las vaquitas/ se van por la misma senda/ Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.

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Cuba estaba en camino de superar los trastornos políticos que se sucedieron tras la revolución de 1933 ─ “la que se fue a bolina” según la definiera Raúl Roa ─, de aquellos convulso siete años transcurridos entre la caída del gobierno de Gerardo Machado hasta la proclamación de la Constitución de 1940, cuando se sucedían dramáticamente los gobiernos, ocho presidentes, algunos de los cuales ocuparon el cargo por solo algunos pocos días y uno de ellos por tan solo seis horas, Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola, y se pusieron en práctica dos experimentos de gobierno tras la sublevación militar de las clases y sargentos conducida por el sargento Fulgencio Batista y secundada por el Directorio Revolucionario Estudiantil: la Pentarquía[5] y el gobierno revolucionario Grau-Guiteras, el de los 100 días.

Tras la entrada en vigor de la Constitución de 1940, comenzó un periodo de avance democrático, económico y social, aunque signado por una alta incidencia de corrupción administrativa en todas las esferas gubernamentales. Este periodo de praxis democrática sería interrumpido por el golpe de Estado propinado por Fulgencio Batista y por la respuesta insurreccional al cuartelazo del 10 de marzo de 1952. Los partidos políticos tradicionales fueron tomados por sorpresa y ante el desconcierto, no hubo una política de alianza unitaria que diera respuesta solidaria al atentado constitucional. Ninguno de los jefes de aquellos partidos asumió un papel de liderazgo que primero impidiera la división dentro de su partido y segundo lograra la unidad de todos los partidos, el PRC (A), el PPC (O) e incluso aliándose al PSP, como aliado de conveniencia.

La sociedad cubana en todo su conjunto, imbuida en aquel dogma de fe de tirar a mierda la política, y del criterio generalizado que: “¡Al fin y al cabo, todos los políticos roban!”, se cruzó de brazos y volvió la espalda a los acontecimientos en su culto a la antipolítica, el prejuicio, “según el cual ─ como señala Julio Borges ─ tanto los políticos profesionales como los partidos son males necesarios para las sociedades”. Defecto de formación en la conciencia social del cubano de aquellos tiempos. Es como dice este autor citado: “Los políticos y los partidos de una determinada sociedad son, para bien o para mal, con sus virtudes y defectos, el liderazgo que esa misma sociedad ha logrado engendrar. Cuando hay políticos y partidos cuestionables es porque en la sociedad hay unas condiciones morales que, de alguna manera, los causan[6].

Fidel Castro, en medio de sus despectivos ataques contra los políticos profesionales de la República llega a esta misma conclusión. En encuentro con la Asociación de Colonos celebrado el 4 de abril de 1959 afirmó: “la posibilidad de progreso de un país no depende solo de las personalidades, depende en gran parte del ambiente en que se viva y depende en gran parte también del pueblo, y el pueblo mismo muchas veces lo echa a perder todo, el pueblo muchas veces tiene buena parte de la culpa de las cosas que pasan.  

Cincuenta años antes del golpe de estado de Fulgencio Batista, Cuba había alcanzado su independencia del coloniaje hispano. El cubano del 1902 solo había conocido un sistema de gobierno lleno de corrupción que se sustentaba en los principios del absolutismo de la Metrópolis. No existía la cultura de la democracia, sino la cultura del despotismo. Dentro de aquellas condiciones políticas de colonia no se formarían ciudadanos, la mentalidad era la del súbdito y la de un súbdito con limitados derechos civiles con quien no se cuenta para nada. Tras muchos años de conflictos armados en los campos y de cuatro años de gobierno militar de los Estados Unidos, el cubano, de buenas a primeras, encontraba que la independencia era solo a medias y que la soberanía era solo una concesión, limitadas por el apéndice constitucional de la Enmienda Platt. En esas condiciones, crear conciencia de ciudadano no se logra en medio siglo.

Poco a poco se forjaba la cultura democrática, dando tropezones y avanzando a pasos, y ya en 1940, los políticos, no el pueblo, alcanzarían un consenso para dotar al país con una de las Constituciones políticas más avanzadas de su época. Solo tenía doce años de existencia la Constitución cuando fue anulada por el cuartelazo del 10 de marzo. Seis años de violencia insurreccional ahogarían para siempre a la Constitución. La cultura de la democracia se había interrumpido en un largo y agónico paréntesis de más de cincuenta años…



[1] Lic. María del Carmen Alba Moreno. La estructura social en el campo cubano en la década del 50 del siglo pasado. Espacio el Latino
[2] El artículo 1577 del Código Civil vigente entonces establecía que cuando no se establecía la duración del arrendamiento, este se entendía “hecho por todo el tiempo necesario para la recolección de los frutos que la finca arrendada diere en un año o pueda dar por una vez, aunque pasen dos o más años para obtenerlos.
[3] El artículo 1569 del Código Civil vigente entonces establecía las causas por las cuales el arrendador podía desahuciar judicialmente al arrendatario, entre las cuales se establecían: “1. Haber expirado el término convencional o el que se fija para la duración de los arrendamientos”, según el artículo 1577. 2. Falta de pago en el precio convenido. 3. Infracción de cualquiera de las condiciones estipuladas en el contrato.
[4] Fidel Castro. Discurso del 9 de agosto de 1963. Segundo Congreso de la ANAP
[5] La Pentarquía fue un breve experimento de gobierno, formado por un Ejecutivo colegiado integrado por el Doctor Ramón Grau San Martín, el Doctor Guillermo Portela, el abogado Dr. José Miguel Irizarri, el periodista Sergio Carbó, y el banquero Porfirio Franca. Este sistema o comisión colegiada de gobierno estuvo vigente desde el 5 de septiembre hasta el diez de septiembre de 1933 cuando se disolvió para dar paso al gobierno no reconocido por Estados Unidos de Grau-Guiteras el que, entre sus medidas declararía anulada la Enmienda Platt.
[6] Julio Borges. Dignidad de la Conciencia, Totalitarismo y Antipolítica

¿Por qué Concilio Cubano es la esperanza liberadora?

Lázaro González Valdés


Lamentablemente la generalidad de los cubanos ha perdido la autoestima, y la confianza en su capacidad para echar del poder al criminal partido comunista (PCC) que viola los derechos humanos. 

La excepción a ese síndrome de res mansa rumbo al matadero está compuesta por la disidencia, la oposición, la prensa independiente y otros brotes de asociación al margen del control absoluto del PCC tanto en Cuba como en el exilio.

Sin embargo, este conjunto de agrupaciones no está unido operativamente, ha actuado de forma errática la mayoría de las veces y por lo tanto carece de la capacidad necesaria para confrontar al opresor con resultados positivos. 

Entre los primeros procedimientos usados por los cubanos para echar del poder al régimen comunista se destacó la lucha armada convencional, con algún apoyo de gobiernos extranjeros, pero fracasó porque ignoró principios elementales. 

Al respecto el académico Gene Sharp, en su obra De la dictadura a la democracia, señala acertadamente: “Los dictadores están equipados para aplicar una violencia aplastante... casi siempre tienen superioridad de armamentos, municiones, transporte, y en el tamaño de sus fuerzas militares” (sic). 

Después de la derrota de los demócratas en Bahía de Cochinos o Playa Girón como se prefiera llamar al hecho, se continuó usando el método de la guerra de guerrillas que tampoco triunfo por la misma razón. 

“La guerrilla –formula el académico Sharp- lucha por largo tiempo. La población civil es frecuentemente desplazada por el gobierno en el poder, resultando en un inmenso sufrimiento humano y en la dislocación social” (sic). 

Es obvio que la dislocación social y el sufrimiento humano son algunas de las consecuencias de aquellas valientes guerrillas anticomunistas en el Escambray, Pinar del Río y en otras zonas de Cuba. La confirmación de esas consecuencias se encuentra en los llamados pueblos cautivos como Sandino o Briones Montoto los cuales fueron fundados con personas sacadas de sus viviendas por las fuerzas militares luego que los soldados asesinaban o encarcelaban sin el debido proceso de ley a los familiares de esos desplazados. 

Otro modo de enfrentar al PCC que no ha prosperado consiste en alentar a los militares comunistas para que den un golpe de Estado, al Estado (léase también partido comunista) que los exaltó a la condición de élite privilegiada en el contexto de miseria premeditada y científicamente causado por el PCC para desarraigar al pueblo a fin de garantizar su completa sumisión política, económica y social. 

En relación con ese fracasado plan del golpe de Estado, Gene Sharp advierte sobre los peligros que conllevaría el mismo en caso de tener éxito: “Reemplazar a personas o grupos específicos de posiciones gubernamentales probablemente sólo hará posible que otro grupo tome su lugar. Después de consolidar su posición, el nuevo grupo puede ser más despiadado y ambicioso que el anterior... podrá hacer lo que quiera sin hacer nada por la democracia o los derechos humanos” (sic). 

La advertencia de Sharp podría parecer contradictoria cuando, en su obra Infiltración Mundial, el Licenciado Salvador Borrego asevera que “Los ejércitos fueron surgiendo como la última línea defensiva ante el avance marxista” (sic). 

Pero Borrego no se refiere específicamente al ámbito de los cubanos oprimidos, quienes no cuentan con un ejército ni tienen capacidad real para crearlo sin el apoyo de alguna potencia extranjera. Detalle que a su vez encierra otro problema según el académico Sharp cuando afirma: “Frecuentemente estados foráneos tolerarán, o hasta ayudarán, a la dictadura para avanzar sus propios intereses económicos o políticos... Algunos países extranjeros solamente actuarán contra una dictadura para ganar control económico, político o militar sobre ese país” (sic). 

No obstante Gene Sharp reconoce que esa regla tiene su excepción. “Las presiones internacionales pueden ser muy útiles... cuando apoyan a un fuerte movimiento de resistencia interna” (sic). 

Por tanto los cubanos primero necesitarían tener ese “fuerte movimiento de resistencia interna” del cual habla Sharp, para después conseguir la solidaridad de gobiernos democráticos y poder establecer las presiones necesarias en apoyo de los activistas dentro del país. 

Hasta aquí queda demostrado que para los cubanos oprimidos la lucha armada sólo sería posible con el apoyo incondicional de una potencia extranjera, posibilidad impracticable en el contexto vigente donde se confirma que ningún gobierno democrático apoya a los luchadores por la democracia de la forma efectiva que sí apoyan los gobiernos marxistas a las guerrillas que tratan de llegar al poder en sus países por vía de las revoluciones. 

Estas y otras circunstancias ocasionaron que el movimiento pro democracia cubano optara desde 1976 por la única vía disponible para enfrentar al régimen del PCC. Me refiero a la resistencia cívica, desobediencia civil, no-cooperación, acción directa no violenta, oposición pacífica o como se le quiera llamar en consonancia con la forma de pensar de cada cual. 

Sin embargo, medio siglo de opresión, problemas internos en el movimiento pro democracia y las operaciones ofensivas de la contrainteligencia impiden el pleno desarrollo de la lucha por la liberación de la sociedad cubana. 

De los tres obstáculos antes citados el peor de ellos, el más importante y el que podemos solucionar de inmediato se podría resumir con el titular: Graves problemas que lastran al movimiento opositor. A continuación, esbozo los que considero más importantes. 

El desarraigo de la sociedad cubana - El PCC sabe que podrá usurpar el poder mientras mantenga a sus oprimidos dispersos, sin auto estima y por lo tanto carentes de la confianza y habilidades necesarias para desacatar a la dictadura. 

Es axiomático que ningún sistema opresivo sobrevive a la desobediencia de la generalidad de sus oprimidos. En consecuencia con este principio, es importante que los activistas pro democracia y empresas como Radio y TV Martí se dediquen de forma priorizada a fortalecer a los cubanos oprimidos para sacarlos del estado de desarraigo en que los mantiene el régimen comunista. Cuando ellos recuperen la confianza en sí mismos podrán enfrentarse al opresor. 

Para conseguir esa meta es necesario que en Radio y TV Martí se acaben los paños tibios con el criminal PCC. En consecuencia, la programación de esos medios debe diseñarse para educar a los receptores en cómo confrontar a la dictadura. Por lo tanto, debe cesar la práctica inútil de “balancear” la programación y las noticias de esas emisoras conforme a los estándares válidos para los medios en sociedades democráticas, pues en Cuba no impera la democracia sino un escenario de guerra irregular entre el PCC y la mayoría de la población. 

Además, los activistas cubanos deben disponer de los recursos para movilizar a la sociedad en contra del opresor. Por lo tanto, los fondos públicos y privados que se reciben para la causa de la democracia en Cuba deben ser usados por sus receptores de forma que la mayor parte de esos recursos se invierta en los grupos internos dedicados a fortalecer a la población restableciéndole su autoestima y enseñándole habilidades para desacatar al arbitrario régimen que la oprime. 

La desunión de las fuerzas democráticas – Sin unidad operativa la resistencia interna nunca podrá conseguir la fuerza que necesita para echar del poder al PCC. Mientras los comunistas detenten el poder no habrá libertad ni democracia ni paz en Cuba.
 
La única alianza que tambaleó a la dictadura fue Concilio Cubano. Tan es así que el régimen, exponiéndose a una declaración de guerra, ordenó masacrar a los tripulantes de dos avionetas civiles de Hermanos al Rescate para trasladar el escenario de confrontación al exterior del país y de esa forma debilitar al movimiento interno mermando la solidaridad que había conseguido esa alianza. 

Concilio alcanzó dos metas importantes: la unidad de todos los activistas en Cuba y un plan viable de enfrentamiento pacífico. La frustración de Concilio conllevó la más grande operación de contrainteligencia que se conozca porque ninguna alianza anterior o posterior al Concilio Cubano ha sido tan efectiva. 

Retomando el punto inicial, es un imperativo formar una alianza para operar organizada y efectivamente. 

Por otro lado hay organizaciones de exiliados que –usando fondos públicos estadounidenses- buscan solidaridad internacional para el movimiento interno, pero en mi opinión el dinero invertido en esos planes es dinero perdido porque es imposible conseguir apoyo para un movimiento dividido desde el 24 de febrero de 1996.
 
Como se demostró anteriormente: primero hay que conseguir la unidad interna y sólo después de cumplir con esa condición es que el apoyo externo podría servir a la causa. Pero nada ni nadie puede garantizar el resultado. Recordemos la formulación del académico Gene Sharp: “Las presiones internacionales pueden ser muy útiles... cuando apoyan a un fuerte movimiento de resistencia interna” (sic). 

La ausencia de un plan efectivo de liberación – Planes hay muchos, pero efectivo ninguno. Recuerdo algunos ejemplos. Solicitud de Plebiscito en 1988, Concertación Democrática Cubana, Coalición Democrática Cubana, Frente de Unidad Nacional, Foro Cubano, Principios Arcos, La Patria es de Todos, Proyecto Varela, Arco Progresista, Todos Unidos, Diálogo Nacional... 

El número total de las proposiciones y proyectos de los activistas cubanos no se ha cuantificado pero, después de revisar los archivos de www.cubanet.org, podría alcanzar una cifra de cuatro dígitos. Lo interesante del asunto es que casi todas esas proposiciones presentan alguno de los siguientes errores: 

A) Depende para su realización de una buena voluntad que el opresor no tiene ni manifiesta. 

B) Asume que el PCC hará reformas democráticas en los ámbitos político, económico y social. 

C) Presupone que los usurpadores del poder accederán a realizar elecciones o consultas populares auténticas. 

D) Considera que el criminal PCC reformará leyes en beneficio del pueblo que oprime, o legalizará partidos de oposición, o permitirá sindicatos libres, o respetará las libertades básicas, o tolerará a la prensa libre, o liberará a los presos políticos sin condiciones o sin haber expirado sus condenas... 

Si el PCC cumpliera con alguno de los incisos anteriores no sería el régimen totalitario que es. La naturaleza de esa asociación comunista es excluyente (léase el Artículo 5 de su Constitución), agresiva e intolerante. Así lo confirma su Historia. 

Sobre esos errores de apreciación el académico Sharp dice: “Bajo regímenes dictatoriales, las elecciones no son un instrumento efectivo para el cambio político. Algunos sistemas dictatoriales, como los de la antigua Unión Soviética, jugaban el papel para parecer democráticos. Esas elecciones, sin embargo, eran plebiscitos rígidamente controlados para obtener el endoso público de candidatos seleccionados por los dictadores. Los dictadores bajo presión pueden a veces acceder a nuevas elecciones, para entonces perpetrar fraude y colocar a títeres civiles en oficinas gubernamentales... Los dictadores no están en el negocio de permitir elecciones que puedan sacarlos de sus tronos” (sic). 

Respecto al caso específico que nos ocupa, el Licenciado Borrego recuerda: “En Cuba se hicieron reformas fundamentales, profundas, audaces, y se cambiaron todas las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Se fusiló a 14 mil anticomunistas; se encarceló a más de 100 mil cubanos; 700 mil lograron huir al extranjero perdiendo todo lo que tenían; se recurrió al apoyo de 30 mil soldados soviéticos de ocupación; se importaron agentes extranjeros para organizar servicios internos de espionaje; se privó de sus fábricas a los industriales cubanos; las tierras pasaron íntegramente a ser propiedad del régimen; las propiedades urbanas también pasaron al poder del Estado; los sindicatos fueron disueltos; los salarios se redujeron; el derecho de huelga se suprimió; se estableció el racionamiento de víveres, ropa y medicinas; los ahorros bancarios fueron expropiados; los ahorros caseros también, mediante el cambio de la moneda circulante; en marzo (1968) más de 50 mil pequeños comercios y misceláneas fueron arrebatados a sus dueños y quedaron en poder del régimen; la mayoría de los antiguos propietarios fueron enrolados en levas de trabajo para cortar caña; se implantó la enseñanza ateísta en todas las escuelas; fueron expulsados cientos de religiosas y sacerdotes y sólo quedaron 200 sacerdotes para 7 millones de habitantes; 800 garajes y talleres de reparaciones fueron clausurados; los mecánicos quedaron convertidos en empleados oficiales para reparar vehículos del gobierno, y los comités vigilantes (el autor se refiere a los CDR)se encargan de catear domicilios o de registrar a las personas en plena calle, en busca de opositores” (sic). 

¿Qué ha cambiado en Cuba para que algunos compatriotas crean en proyectos imposibles como un diálogo nacional con participación del PCC, y otros cubanos presupongan que existe un ala reformista en el gobierno opresor?
 
Nada ha cambiado. No hay nada nuevo bajo el sol como dice El Predicador. En el movimiento por la democracia en Cuba abundan las suposiciones infundadas y los planes basados en esas arenas movedizas de la irrealidad. 

Por lo tanto, se impone que los activistas de todas las organizaciones se reúnan para solucionar estos problemas y para establecer estrategias, planes, procedimientos de confrontación, uso correcto de los fondos y unificación de las fuerzas dispersas, entre otras necesidades del movimiento por la democracia. 

El pueblo oprimido de Cuba, esa mayoría desarraigada, en estado de indefensión y secuestrada hace medio siglo por el PCC es el argumento irrefutable, el signo evidente de que llegamos al tiempo preciso para echar a un lado las diferencias, el caudillismo, las acusaciones infundadas, el mesianismo, la invocación de la unidad únicamente cuando es en torno al proyecto propio, entre otros problemas que lastran la acción efectiva de las fuerzas democráticas.
 
Para avanzar en este sentido le propongo a mis compatriotas el Concilio Cubano, procedimiento donde todas las partes participan en igualdad de condiciones, sin agendas predeterminadas, sin jefes supremos ni estructuras convencionales porque en Concilio todos tienen voz y voto, todos los asuntos se consultan, se debaten, se analizan y se aprueban por decisión de la mayoría, respetando a la minoría que disciplinada y éticamente debe acatar la voluntad de la generalidad. Este procedimiento es prueba de respeto y madurez política. 

Sólo tres principios generales prevalecen sobre la mesa del Concilio Cubano: Libertad, Justicia y Democracia para la sociedad cubana.
 
Hasta hoy varias decenas de compatriotas han ratificado (en el caso de quienes firmaron en 1995-96) o han suscrito el renacimiento de Concilio dentro y fuera de Cuba. 

Es necesario recordar que quienes integraron Concilio entre 1995-96 nunca renunciaron a esta alianza. No se sabe de ningún activista que haya declarado su retiro. Por el contrario, en las biografías de muchos opositores notorios se indica que ellos formaron parte de Concilio y algunos destacan con orgullo el rol que tuvieron en aquellos eventos. 

Convoco a reintegrarse de manera efectiva al Concilio Cubano a quienes lo firmaron en 1995-96 y también a quienes no lo suscribieron por diversas circunstancias. Todo el que lea este escrito queda invitado. La noticia debe difundirse para que nadie diga que no se enteró o no lo invitaron.
 
Por los hechos y argumentos expuestos, Concilio Cubano es la esperanza liberadora. Creo que es un deber ayudarlo a renacer porque nuestra historia reciente demuestra que ninguno de los proyectos, alianzas u organizaciones que hoy existen ha podido por sí solo liberar al pueblo cubano oprimido. 

¡Sí alguien cree lo contrario que lo demuestre!
 



Bibliografía: 
De la dictadura a la democracia / Gene Sharp / 1993 / Editorial Fratelli, México. 
Infiltración Mundial / Salvador E. Borrego / 1968 / Impresos Aldo, México. 
Enlace relacionado: www.conciliocubano.wordpress.com 

domingo, 30 de octubre de 2016

Capítulo XXXV Primera Parte. “Amigos, aliados y enemigos. Un análisis crítico de la Era del castrismo”.

Mario J. Viera


Panorama social, político y económico de Cuba en 1958

Cuando el gobierno revolucionario asume el poder en Cuba, encuentra un país muy diferente al que hoy existe. Cuba, en verdad, no era entonces el “paraíso” que quieren ver con la nostalgia del tiempo los exiliados en Miami; pero tampoco, y de ninguna manera, era el infierno, que los dirigentes del actual gobierno, sus historiadores y sus propagandistas, se empeñan en mostrar. Ni paraíso, ni infierno. Un país de la América Latina, un país caribeño y antillano, con muchos de los males políticos y sociales que prevalecían en todo el sub continente; un país todavía subdesarrollado, pero no sumido en el subdesarrollo típico de los países que se ubican en el denominado Tercer Mundo. Cuba no era un país tercermundista sino uno en vías de desarrollo, y vale, en este caso, el empleo literal de tal gastada definición.

El cubano de la década de los cincuenta, hablo de ese cubano común y corriente, de ese que, posiblemente su nombre nunca aparecerá en los cintillos de primera plana de los periódicos, de ese que no frecuenta los casinos, ni viaja en el último modelo de Cadillac, ese que es mayoría, es abierto, espontáneo y extrovertido ─ quizá estos sinónimos constituyan una redundancia ─; ese que se ríe y hace un chiste de su propia desgracia; que es apasionado cuando discute sin llegar a la agresión y no se abraza a ninguna forma de ismo; que no era ni batistiano ni fidelista y si acaso, solo sería, o almendarista o habanista, y ahí sí que habían fuertes discusiones y hasta alguna ofensa soltada de repente por la pasión a favor de uno de los dos equipos de pelota mayoritarios; ese cubano irreverente que te trata de tú desde la primera vez que te conoce y que es mayoritariamente católico y no católico al mismo tiempo, pero que en la mayoría de los hogares, de clase media o de obreros, colgaban cuadros del Corazón de Jesús y de la Virgen de la Caridad y hasta se podrían ver cuadros de San Lázaro con sus muletas o de Santa Bárbara con su copa y su espada y hasta del cura santo Juan Bosco; ese que, dicho a lo cubano, “tiraba a mierda la política”. Quizá este fuera su mayor defecto; o quizá fuera un defecto compartido con su sentido del regionalismo; un defecto heredado de la Madre Patria.

Sí, éramos regionalistas. Los habaneros, los de La Habana metropolitana, se consideraban los pluscuamperfectos; para ellos, los no nacidos en la capital, todos, eran “guajiros”, es decir, burdos, ignorantes, rústicos, sin importan que fueran nacidos en alguna de las principales ciudades del país, como Santiago de Cuba, o Camagüey, o Santa Clara, o Cienfuegos… Para los orientales si de Cuba se trataba, Cuba solo era Oriente; nada en el mundo había que se pudiera comparar con Oriente. Los camagüeyanos, altivos, orgullosos, para ellos, nada podía ser más despreciable que un habanero…

¿Racismo? Sí, había racismo; esa etnofobia derivada de los tiempos de la esclavitud; pero sin que aquel racismo alcanzara los indignos niveles de intolerancia y odio del Sur Profundo de los Estados Unidos; porque el cubano blanco, podía recibir en su casa a un cubano negro; porque podía existir amistad sincera entre un blanco y un negro; porque un negro y un blanco podían compartir una misma mesa. Muchos negros ocupaban puestos en el gobierno o ejercían el periodismo, el magisterio, la medicina y la abogacía. En 1953, según el censo de población negros y mestizos representaban el 26,9% de la población.

¡Cuánto cambiaría el cubano en la década siguiente! Ahora sería intolerante, agresivo; ya no valoraría la amistad sino era la amistad con sus iguales y solo con aquellos que compartían sus mismas opiniones y echaba a un lado “el falso concepto de la amistad”; ahora sería un grito de odio en la multitud, y hasta se haría fanático de la nueva religión que se le imponía: el culto a la Sagrada Revolución, un culto que dividía y quebrantaba hasta los lazos más sagrados de la familia; y a favor de ese culto desaparecerían de los hogares las imágenes religiosas, para ser sustituidas por los nuevo íconos, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara…

Pero, ¿cómo era Cuba en la década de los cincuenta? ¿Era Cuba tal como la describiría Fidel Castro en un discurso pronunciado el 11 de marzo de 1959 en Santiago de Cuba?: “¿Cómo iba a haber acueductos?, ¿cómo iba a haber hospitales?, ¿cómo iba a haber alcantarillado?, ¿cómo iba a haber pavimentación de calles si, además de que no les convenía, se robaban el dinero? ¿Cómo no va a resultar lógico, cómo no comprender que todas las ciudades de Cuba estén sin acueductos, sin escuelas, sin alcantarillados, sin filtros, sin pavimentación, en definitiva, que no haya nada en Cuba?”; un país donde solo había caña: “Caña, caña y caña. ¿Y la caña de quién? ¿Dulce para quién?  Mucha caña y ningún árbol, mucha caña y ninguna casa decente, niños barrigones comidos de parásitos, mucha caña y muchos muchachos descalzos, mucha caña y muchas mujeres enflaquecidas, enfermas y hambrientas; mucha caña y muchos hombres en el campo sin trabajo, sin tierra, sin casa, sin salud. Eso es lo que ha sido nuestro campo, eso es lo que había aquí. Y para mantener eso es que había miles y miles de soldados; para mantener eso compraron aviones, compraron tanques; para mantener esos privilegios es que había gobiernos aquí”. ¿Era este, ciertamente, el panorama de la Cuba republicana?

Según el Censo Oficial de 1953 la población total de Cuba era de 5 829 029 habitantes. La población urbana era de 3 324 628 hab. para un 57.0%. La población rural era de 2 504 401 hab. para un 43.0%. La fuerza laboral de Cuba (1958) distribuida según los Sectores de la Economía era como sigue:

En el Primer Sector de la Economía (Agricultura, pesca, minas y canteras), la fuerza laboral empleada era de 828 324 personas lo que correspondía a un 42% de la fuerza de labor total. Sólo el 36% de la población se empleaba en labores agrícolas, lo que colocaba a Cuba en la posición número 30 entre 97 países analizados.

En el Segundo Sector (Industria, construcción, electricidad, gas, agua y servicios sanitarios) la fuerza laboral empleada en este sector era 400 939, correspondiendo al 20.34% de toda la fuerza laboral. En la industria se empleaban 327 208 personas y en construcción los empleados ascendían a 65 292.


En el Tercer Sector (Servicios) la fuerza laboral era de 743 003 lo que representa el 37.66% de toda la fuerza laboral.

Estos índices indican que, en 1958, Cuba se ubicaba entre los países subdesarrollados con una elevada participación laboral en el Primer Sector (en los países desarrollados esa participación laboral debe rondar en el seis por ciento) y muy baja participación en el Tercer Sector que, para un país desarrollado debe encontrarse en el umbral del 60% o más. No obstante, el índice de desempleo fluctuó, entre 15.04 % en 1953 y 7.08% en 1958 (el más bajo de América Latina de entonces).

Estadísticamente hablando, los salarios que se devengaban tanto en el sector industrial como en el sector agrícola no podrían ser considerados como salarios de miseria. El salario mínimo era de 85 pesos mensuales equivalentes al dólar americano, superior al de gran parte de los países de América Latina.

El salario medio diario en el sector rural era de $3.00, ocupando Cuba el séptimo lugar en este acápite, superada por Canadá ($7.18), Estados Unidos ($6.80), Nueva Zelandia ($6.72), Australia ($6.61), Suecia ($5.47) y Noruega ($4.38). Con salarios inferiores a los pagados en Cuba: Alemania Federal ($2.57); Irlanda ($2.25); Dinamarca ($2.03); Bélgica ($1.56).

En el sector industrial Cuba ocupaba el octavo puesto con respecto al salario promedio diario de $6.00 que en ese sector se devengaba: Estados Unidos ($16.80), Canadá ($11.73), Suecia ($8.10), Suiza ($8.00), Nueva Zelandia ($6.72), Dinamarca           ($6.46),  Noruega ($6.10). Cuba se colocaba por encima de países como Australia ($5.82); Inglaterra ($5.75); Bélgica ($4.72); y Alemania Federal ($4.13).

La clase obrera cubana no estaba proletarizada y gozaba de derechos laborales que podía defender por medio de los 1 600 sindicatos organizados en 33 federaciones sindicales que existían en todo el país, aunque, ciertamente la dirección nacional del movimiento sindical, burocrática y corrupta, estaba bajo el control de dirigentes sometidos al gobierno de Batista, principalmente su Secretario General Eusebio Mujal, pero, no es menos cierto que los sindicatos en reiteradas ocasiones desobedecían las orientaciones procedentes de la Confederación de Trabajadores de Cuba controlada por los sectores mujalistas. Prueba de esto fue la huelga azucarera por el pago del diferencial azucarero en diciembre de 1955 impulsada por, se dice, unos 400 mil trabajadores azucareros dirigidos por la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros. No obstante, los sindicatos como tales y la clase obrera, no actuaron decididamente a favor del movimiento insurreccional. Así, como expresa Sam Farber[1], aunque tomando al mujalismo como si fuera lo representativo del sindicalismo cubano: “La clase obrera estaba altamente organizada en sindicatos, pero éstos se habían vuelto muy burocráticos y corruptos… lo que hizo difícil a esa clase jugar un papel significativo en la lucha contra Batista… [Asimismo,] en los 50, los endebles partidos políticos anteriores a Batista se habían deshecho, reflejando la debilidad política de todas las clases… Era una situación en la que podía prosperar un bonapartismo… un líder político que adquiriese un considerable grado de poder y libertad de acción en relación tanto con las clases dirigentes como con las subalternas”.

Como ha señalado Rafael Rojas[2], el tamaño de la clase media cubana, “se calculaba entre 25% y 35% de la población a fines de los 50. Lo que ninguno pone en duda es que crecía de manera continua desde mediados de los 30 y que, a pesar de que la élite de mayores ingresos era reducida ─ entre un 10% y un 15% ─, tampoco podía equipararse a las minorías de hacendados que predominaban en las sociedades agrarias latinoamericanas. Cuba era un país mayoritariamente urbano: entre 1954 y 1958 se invirtieron 92 millones de dólares anuales en vivienda y se construyeron más de 5.000 edificios por año”.

El sueldo de la clase media no acomodada rondaba en los trescientos dólares mensuales, siendo superior en algunos sectores de la economía, como el azucarero donde los jefes de departamentos (maquinaria, fabricación, transporte y campo) de los centrales recibían salarios mensuales por encima de los mil dólares. Con el ímpetu del crecimiento de la clase media, aparecieron numerosos repartos residenciales. En La Habana se pueden citar, junto a los repartos de Almendares y Kohly, los repartos Víbora Park, Fontanar, El Sevillano, California, Biltmore, Nuevo Vedado, Reparto Flores, Alta Habana y Santos Suárez, este último ya desde la década de los años 20. Debe incluirse, además la aparición de los edificios de apartamentos de propiedad horizontal (condominios) al amparo de la Ley-Decreto No.407 del 16 de septiembre de 1952, como el FOCSA en el Vedado.

Por otra parte, proliferan también las viviendas ocupadas por las clases menos favorecidas en las barriadas de Centro Habana, de La Habana Vieja y El Cerro. Yolanda Izquierdo[3] cita “la proliferación de casas de vecindad (de doce habitaciones) ─ por lo general establecidas en los aposentos de antiguas mansiones de las calles Reina, Calzada del Cerro y Monte ─, solares (de 20 a 30 habitaciones), cuartería y ciudadelas (de más de cien habitaciones) que alojaban a unos 300,000 habaneros…” Hay que decir que, en estas ciudadelas, donde se hacinaban numerosos núcleos familiares las condiciones sanitarias y de higiene eran mínimas. Junto a esta realidad, tanto en La Habana como en otras ciudades de la isla convivían paupérrimos barrios insalubres o marginales, habitados por personas de muy bajos recursos que construían sus rústicas viviendas con cualquier material de desecho. En La Habana estos eran los barrios Las Yaguas en las laderas de la Loma del Burro, en Luyanó; Cueva del Humo, situado en Atarés en el espacio comprendido entre la carretera Central y las calles Fábrica y Aspuro, y el Llega y Pon, entre los más significativos. Henry Louis Taylor[4] asegura erróneamente que a finales de los 50 “casi la mitad del fondo de viviendas de La Habana estaba en malas condiciones y el 6 por ciento de la población vivía en barrios marginales[5]. Las viviendas en Centro Habana, El Cerro, Luyanó y otros barrios, eran en su mayoría construcciones vetustas de la época colonial, pero no todas, ni gran parte de ellas se encontraban en malas condiciones. Por otra parte ─ me remito a la memoria, pues no existen datos confiables que avalen estos criterios ─, aunque en esos barrios marginales citados existía un gran número de habitantes, de ninguna manera ascendería a un porcentaje que, en números redondos daría ─ según los datos del censo de 1953 para La Habana ciudad ─ una cifra de 47 mil 267 habitantes. En esa fecha la población de la ciudad de La Habana ascendía a 787 mil 785 habitantes.


Me remitiré también a los recuerdos. El Barrio de Las Yaguas, fundado en 1926 durante el gobierno del General Gerardo Machado con el nombre de “Barrio Típico de Nuestra Señora de la Caridad de las Yaguas”, era el más populoso de aquellos barrios marginales con una abigarrada población, donde convivían personas de diferentes condiciones económicas y raciales. Esto lo recuerdo bien por mis incursiones al lugar a mediados del año de 1959. Recuerdo que las casuchas eran de diferentes tipos, desde las construidas con yaguas y otros materiales a propósito, hasta las bien construidas con tablas y pisos de cemento. Había incluso pequeños comercios de víveres. Muchos tenían acceso a los servicios eléctricos y contaban con televisores y refrigeradores. Contaban, además con una pintoresca asociación de vecinos que cuidaba del orden en el villorrio.

La realidad de las zonas rurales era muy diferente a la existente en las zonas urbanas. El censo de 1953 mostró que el 80% de las viviendas en las zonas rurales estaban calificadas como viviendas en malas condiciones. El campo, la zona agraria, recibía poca atención de parte de los sucesivos gobiernos. El trabajador asalariado en la agricultura era en general una masa proletarizada, carente de tierras propias, subsistía próximo a la miseria. No obstante, en zonas de las provincias de Oriente y La Habana, en las zonas montañosas de Sierra Maestra y el Escambray, así como en las proximidades de la Ciénaga de Zapata había núcleos campesinos que vivían en la más desesperante miseria alojada en el interior de verdaderas chozas insalubres, muy diferentes a los bohíos, las típicas viviendas de los campesinos. No había sindicatos para los obreros agrícolas, salvo para aquellos vinculados a los centrales azucareros que sí, en su mayoría, se afilaban a los sindicatos de la Federación de Trabajadores Azucareros.

De acuerdo con el estudio del Royal Institut of International Studies[6], el oro y las reservas de cambio extranjero que tenía el Banco Nacional eran muy considerables, alcanzado su nivel máximo en el año 1955, con una cantidad de 493.000.000 de dólares. En el año 1957 la reserva de dólares de Cuba seguía siendo una de las más altas de América Latina con 441.000.000 de dólares.



[1] Sam Farber “The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered”, University of North Carolina Press, USA, 2006. Citado por Roberto Ramírez. Cuba frente a una encrucijada. Revista Socialismo o Barbarie. 22 de noviembre de 2008
[2] Rafael Rojas. Problemas de la nueva Cuba. El Pais, 26 de julio de 2008
[3] Yolanda Izquierdo. Acoso y ocaso de una ciudad: La Habana de Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante. Isla Negra. San Juan, Puerto Rico, 2002
[4] Henry Louis Taylor. Inside El Barrio: A Bottom-up View of Neighborhood Life in Castro's Cuba. Kumarian Press. Virginia, U.S.A. 2009
[5] El Censo de 1953 reportaba un 30% de viviendas en malas condiciones, principalmente aquellas denominadas ciudadelas o solares.
[6] Citado en El Derecho Penal en Cuba después de 1959. Comité Internacional de Juristas. El Imperio de la Ley en Cuba. Ginebra, 1962

domingo, 2 de octubre de 2016

El Eje Trump-Farage, una alianza con extranjero


Nigel Farage endorsa a Donald Trump ─ la peste y el mal olor unidos ─. En un mitin de Donald Trump celebrado en Jackson, Mississippi, Farage, un político británico, el impulsor del Brexit, hizo uso de la palabra y sin ninguna vacilación por su intromisión, con autorización de Trump, como extranjero en la campaña política de Estados Unidos atacó a Hillary Clinton. La introducción del extranjero ante la multitud participante del mitin la realiza el mismo Trump: “El 8 de noviembre será el día de nuestra independencia” ─ afirmó Donald Trump y a continuación presentó al político extranjero ─ “Con ustedes el hombre detrás de todo este movimiento (el Brexit) … el hombre que ganó pese a todas las predicciones, pese a todos los insultos, y pese a todos los obstáculos…”

Y habló el político ultraderechista extranjero y recomendó:

"No les puedo decir por quién deberían votar en esta elección. Pero lo entiendo. Les estoy escuchando. Lo que diré es que, si fuera un ciudadano americano, no votaría por Hillary Clinton ni que me pagaran", dijo, con su entusiasmo habitual, Farage.

Ya antes de este mitin, Farage declaró a una emisora radial local: “Le diré a la gente de este país que las circunstancias, las similitudes, los paralelismos entre la gente que votó Brexit y la gente que puede derrotar a Clinton en pocas semanas son sorprendentes. Todo lo que diré es que, si votas por Hillary Clinton, entonces nada va a cambiar. Representa las políticas que acabamos de derribar con el voto del Brexit en Reino Unido”.

Ahora, tras el primer debate ocurrido entre Hillary Clinton y Donald Trump, Farage amenaza con regresar a Estados Unidos para asesorar a Trump con vistas al próximo debate.

Pero ¿quién rayos es este Sr. Farage? Lo presento en una recopilación de informaciones tomadas de diversas fuentes y medios.

Nigel Paul Farage nacido el 3 de abril de 1964. Lideró el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), que aboga por la separación del Reino Unido de la Unión Europea y que es considerado como un partido de la derecha. Como líder del partido ultraderechista UKIP, ha sido acusado en ocasiones por un excesivo populismo. En 2016, Farage fue un prominente partidario de que Reino Unido dejara la Unión Europea en el contexto del Referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, en el cual el electorado votó por dejar la UE. El 4 de julio anunció su renuncia como líder del UKIP, tras declarar que ya había logrado su objetivo de ver salir a Reino Unido de la UE. Pero para muchos, Farage huye del caos que se cierne sobre el reino.

Farage es el arquetipo del gritón ─ en este caso independentista británico ─ con mensaje simple, directo y muy parcial, enfocado a sacar pecho en un foro con resonancia, a costa de decir lo que sea sin pruebas.  El objetivo de Farage, es lograr salir mucho en Youtube y en Facebook, seducir corazones hartos, asustados o desencantados con la política, y de paso dejar clarito que es anticomunista, superbritánico y anti-antinuclearista, todo ello con gran prosopopeya y alusiones personales directas.

El hecho de que muchos euroescépticos "tories" (equivalentes a los republicanos de Estados Unidos) lo evitaran durante la campaña por el Brexit lo ayudó a consolidar su imagen de ser la alternativa al odiado "establishment". Los conservadores que abogaban por el "Brexit", como el ex alcalde de Londres Boris Johnson o Michael Gove, se negaron a compartir el escenario con él. Algo muy semejante a lo que muchos líderes republicanos han optado hacer ante Trump.

Como Trump es racista y anti inmigrantes. Niega ser racista o tener nada contra los inmigrantes, pero este político casado con una alemana ha metido la pata en varias ocasiones.  Una vez dijo que se sentiría “incómodo” si una familia rumana se instalara en su vecindario. Cuando un locutor de la radio LBC le preguntó qué diferencia había entre los rumanos y su mujer, respondió: “Ya sabes cuál es la diferencia”. Queremos un sistema de inmigración basado no sólo en controlar la cantidad, sino también la calidad”, sentenció.


Tras el referéndum británico, Farage ─ que, a diferencia de Trump, lleva décadas en política ─ dimitió al frente del partido antieuropeo UKIP. Su acercamiento a los círculos conservadores estadounidenses no es nuevo. En 2015, intervino en la conferencia del CPAC, el mayor grupo político del universo conservador. Y el pasado julio, asistió a la convención republicana en Cleveland que proclamó a Trump como candidato a las elecciones presidenciales de noviembre. En Cleveland, Farage dijo admirar la franqueza de lenguaje del multimillonario neoyorquino, pero admitió que en ocasiones su estilo le avergüenza.