viernes, 30 de agosto de 2013

Abundando sobre el Yasuní


Orlando Alcívar Santos. EL UNIVERSO

Desde que Rafael Correa está en el poder ninguna decisión suya ha sido tan cuestionada como la de explotar el Yasuní, ninguna ha concitado tanta oposición ni tan profusos comentarios, unos razonados y otros viscerales, especialmente porque fue el propio Gobierno el impulsor principal de la idea de dejar el petróleo donde se encuentra.

Analizo el tema sin pasión y digo que es enormemente penoso que los trabajos que conlleva la apertura de caminos, el traslado de equipos y la propia extracción del mineral cause daños ambientales irreparables, pero hay que ser sincero con uno mismo: ¿ante la necesidad humana de combatir la pobreza, es posible y es ético no aprovechar los recursos de la naturaleza? No creo que de pronto todos los ciudadanos nos hayamos convertido en ecologistas radicales –infantiles o maduros– pero aunque no lo seamos, es obligatorio señalar, con la transparencia del hombre común a quien no le interesa la política, que duele la afectación de ese maravilloso sector selvático.

La que no termino de entender es que si, según el decir de algunos funcionarios, el daño a la naturaleza será mínimo por el cuidado que tendrán en las obras de ingeniería junto al empleo de tecnología de punta, ¿por qué no se procedió antes a la explotación petrolera y se creó toda la expectativa y la frustración que el tema ha generado? ¿O es que antes no había tanta necesidad de fondos como ahora? Porque se debe tener presente que la explotación del Yasuní va a producir dinero antes de que salga el primer barril a la superficie porque es posible la venta anticipada del crudo. El problema general para el régimen es el costo político que Rafael Correa ha decidido asumir, pues parece que en el momento actual lo más importante son los ingresos. Unos ingresos sobre los que la ciudadanía estará vigilante pues la desdichada tradición de los gobiernos ecuatorianos ha sido la mala utilización de los recursos públicos.

Hay que advertir a quienes tomen la decisión y ejecuten la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní, por lo que pueda venir en los años futuros, que la Constitución señala textualmente, en el capítulo que trata de la biodiversidad y de los recursos naturales, que “las acciones legales para perseguir y sancionar por daños ambientales serán imprescriptibles”, lo que significa que deberán tener mucho tino en esta operación riesgosa en múltiples aspectos, cada uno con su propia importancia, no solo por el inevitable impacto en la vida animal y vegetal sino además por la posible agresión a la vida humana de los pueblos no contactados o en aislamiento voluntario que, según afirman otros funcionarios, no habitan en la zona y ni siquiera transitan por ella a pesar de su nomadismo, conforme lo han podido comprobar por el monitoreo realizado.

En lo constitucional, la Corte de la materia – cuya costumbre es demorar sus pronunciamientos – no creo que califique la pregunta presentada por algunos grupos sociales para una eventual consulta popular, si la Asamblea Nacional se adelanta en declarar, seguro que lo hará, que la explotación del Yasuní es “de interés nacional” como exige la Constitución de la República. Dirá que no cabe la consulta nacional porque el procedimiento específico para este caso está determinado en el artículo 407 y solo la Asamblea podrá convocar a la consulta si lo estima conveniente.

En cambio, lo que parece ineludible es la consulta previa a los pueblos indígenas que habitan en esa jurisdicción, conforme establece el artículo 57 de la misma Norma Suprema en protección de sus derechos colectivos, bien se trate de una medida legislativa o de otra simplemente administrativa.

El tema no luce sencillo.

martes, 27 de agosto de 2013

Entre la libertad y la dictadura


LIBRE  es “socialista”, con influencia marxista, mezclada con componentes autoritarios de carácter dictatorial  que presagian que, si gana el poder no lo va a querer entregar sino por medio del uso de la violencia. PAC es un partido autoritario, propiedad personal de un “caudillo” en ciernes…

Juan Ramón Martínez. LA TRIBUNA

Desfile demilitantes de LIBRE
Un asunto que no hay que pasar por alto en el análisis del proceso electoral, es que al mismo concurren partidos demócratas, que cumplen las reglas que esta doctrina establece; y otros partidos que no son tales, sino que esbozos totalitarios, que rechazan la alternancia del poder, predican la destrucción de la democracia y favorecen la formación de un estado dictatorial que controlará toda la vida  política,  económica y social. Eliminando la libertad ciudadana. Aplicar a partidos demócratas y antidemócratas  las mismas reglas, puede parecer por principio de cuentas, un error; e incluso un contrasentido. En las actuales circunstancias la  convivencia de los partidos democráticos (Partido Liberal, Partido Nacional, PINU Social-Demócrata, Democracia Cristiana, Alianza Democrática, Faper-UD) con los antidemocráticos, autoritarios, absolutistas y  fascistas (LIBRE y PAC) está dictada por las condiciones de Honduras, la que ha sido forzada por la izquierda no democrática del exterior; y apoyados indirectamente por los tibios demócratas del continente, a aceptar irrespetar la ley; e incluso, a paralizar los juicios para que sospechosos de robos flagrantes y de candidatos a ser llevados a Estados Unidos, puedan participar, como si nada, en el proceso electoral.

Estos dos partidos que, abiertamente sostienen posturas contradictorias con el sistema democrático, no son exactamente iguales. LIBRE  es “socialista”, con influencia marxista, mezclada con componentes autoritarios de carácter dictatorial  que presagian que, si gana el poder no lo va a querer entregar sino por medio del uso de la violencia. PAC es un partido autoritario, propiedad personal de un “caudillo” en ciernes, con abiertas inclinaciones totalitarias que, al ganar puede crear anómalas situaciones de abierta confrontación entre lo que es la tradición democrática en el ejercicio del gobierno; y los deseos de un caudillo “nuevo” que no disimula su sentido de superioridad, su arrogancia y  menosprecio hacia todas las demás expresiones políticas. Y especialmente hacia los electores.

La participación de demócratas y dictatoriales, aunque supone sobresaltos y peligros, le da al elector la oportunidad de hacer ─ por primera vez ─ en toda la historia, una opción clara en dirección a si quiere perfeccionar un sistema de participación abierta, estabilizar el estado de derecho, limitar el poder de los gobernantes, controlar al gobierno desde la sociedad, exigir que este rinda cuentas; preservar la libertad de información por periódicos y noticieros de control privado, mantener economía de  libre mercado; y preservar la paz ante los violentos. O, si por el contrario  quiere experimentar con un partido que destruirá la democracia en que vivimos, sustituyéndola por una dictadura de partido único, con un gobierno que controlará todo; y que le negará libertad a la ciudadanía para efectuar las opciones que plantea la vida, con una economía estatal de compadres y de delincuentes; y en la que la iniciativa de los particulares será sustituida por la de burócratas que dirigirán una economía dentro de un capitalismo estatal. Sin  libertad para nadie. Ni para invertir, opinar; y mucho menos, para criticar al gobierno. Se llaman “socialistas” y, no lo son. E incluso los que se creen marxistas, lo que muestran es ignorancia. Lo que buscan es crear  una dictadura en la que el caudillo sea insustituible; y sin posibilidad de alternancia, excepto en casos de enfermedad, incapacidad total; o muerte. Buscan crear un régimen fascista envuelto en papelería de “socialismo democrático” y marxismo de primera generación. Todo bajo la gran categoría de Socialismo del Siglo XXI que no supera al marxismo, (caso de LIBRE) sino que favorece el uso de las elecciones para destruir a la democracia. Desmontando el estado de derecho para crear la dictadura, ineficiente y empobrecedora como ocurre en donde no se ha entendido que, lo único que se puede repartir es la riqueza; y que los que quieren hacerlo con la pobreza, como ha ocurrido en Cuba, engañan a la ciudadanía. Denigran la política y comprometen la estabilidad de la nación.

No pretendo sugerir que demos marcha atrás sacando del proceso a partidos dictatoriales, sino que clarificar las opciones. De modo que los que quieran más democracia, voten por los demócratas. Dando la oportunidad a los que se quieran suicidar,  que lo hagan por su propia mano, votando por los partidos totalitarios. Esto es muy serio. Hay que votar; pero sin equivocarse. El momento es delicado.

lunes, 26 de agosto de 2013

¡Injusticia: tiembla!


"Miami no es una ciudad" es uno de los ataques más comunes y arteros contra la Perla de los Everglades, la Reina del Palmetto. Así, con una frase, a los difamadores de la ciudad les basta para reducirla a la nada, barrerla del mapa.

Enrisco. DIARIO DE CUBA

Una mala noticia para la alcaldía de Miami. Por si tuvieran pocos problemas con el presupuesto —la mitad gastado en un hangar donde los Marlins puedan perder un partido tras otro sin las piadosas suspensiones por lluvia—, ahora tendrán que dedicarle una parte a la defensa de la ciudad. Porque algo tendrán que hacer por una ciudad que sufre cada día ataques indiscriminados. No la atacan frontalmente porque ¿quién va a atreverse con una de las urbes mejor armadas del planeta?; pero lo cierto es que no pasa un día sin que la ciudad mártir de Miami sea atacada con insultos de todo tipo.

"Miami no es una ciudad" es uno de los ataques más comunes y arteros contra la Perla de los Everglades, la Reina del Palmetto. Así, con una frase, a los difamadores de la ciudad les basta para reducirla a la nada, barrerla del mapa. Como los alemanes con Coventry, los Aliados con Dresde o Raúl Castro con provincia Habana.

Y yo les pregunto a esos críticos: ¿Si Miami no es una ciudad, entonces qué cosa es? ¿Un aeropuerto? Bueno, ciertamente, vista desde el aire, a excepción del downtown (abierto de lunes a viernes, de 8 a.m. a 5 p.m.), no presenta demasiados obstáculos para el aterrizaje. Pero yo los conmino a que aterricen en el espresgüey —si es que encuentran espacio en medio del tráfico— para que vean cómo les pasa por encima una manada de SUV’s en estampida (el eseuví, un animal fósil de la época en que el galón de gasolina estaba a dólar, es la especie más preciada y protegida de la fauna miamense junto a los viejitos que juegan dominó); o que aterricen en el patio cementado de cualquier casa típica de Miami, entre el barbiquiú y la caja china. Y no es que falte espacio en los patios de Miami —hay por lo menos más espacio para posarse que en el espresgüey— pero a ver ¿quién se atreve a bajarse del avión mientras un tipo en camiseta y short de flores los amenaza con un machete?

No, Miami no es una pista. Lo que pasa es que esa gente que del sol sólo ve las manchas no puede soportar la realidad de que Miami es una de las ciudades con más cielo del hemisferio occidental. Miami es lo que se dice una ciudad a cielo abierto.

Otra cosa que dicen esos resentidos es que en Miami no hay cultura. Que excepto en la zona que abre de 8 a 5 no hay donde ver una obra de teatro, una función de ballet o un buen concierto de música clásica. Que en las galerías de arte de la Calle Ocho hay más palmas que en todo el valle de Yumurí — ahora repoblado con marabú — pero nada que se acerque al arte del siglo XXI (y por arte del siglo XXI entienden aquellos inodoros que Marcel Duchamp ponía en las galerías a principios del siglo XX que para darles un toque de actualidad ahora los entizan con alambre de púas. O les plantan un marabú en medio de la taza).

Dicen que los actores de teatro se mueren de hambre o que si los músicos no están pasando el sombrero en las aceras es porque en los pocos lugares que hay aceras nadie camina y se tendrían que conformar con que les tiraran dinero desde los eseuvís o directamente desde aviones. Dicen que los teatros están vacíos y los restaurantes llenos. Es obvio que esos críticos son gente para la que la cultura consiste en conciertos de música de alemanes muertos hace dos o tres siglos —muchas veces muertos de hambre lo cual no es muy alentador—, anoréxicas dando vueltas en la punta de un pie y esculturas hechas con materiales que sólo tienen interés en un laboratorio de gastroenterología o para un recolector de chatarra.

No entienden los aportes que ha dado una ciudad como Miami a la cultura mundial como el flan de cinco leches, la vaca frita de pollo o las confesiones de ex torturadores en televisión como método de entretenimiento público. Con menos que eso Roma es considerada la cuna de la cultura occidental.

Pero no importa lo injustas que suenen las acusaciones: mientras se considere de buen gusto criticar Miami nunca faltará quien le reproche hasta sus mayores virtudes que son tantas y tan variadas que por falta de espacio no voy a mencionar.

Así que si la ciudad quiere que la defiendan de esos ataques le aconsejo que vaya preparando un presupuesto porque no pienso hacerlo gratis. Y si prefieren pagarme en especie, por favor, que la vaca frita sea de vaca.

Verano de 1978. ¿Te acuerdas del Festival?


Las desenfadadas chicas europeas sin ajustadores impresionaron a más de uno. La colorida ropa, los pelos largos y los zapatos tenis de los recién llegados, contrastaban con la estética lastimera de las vestimentas socialistas de los cubanos. 

Camilo Ernesto Olivera Peidro. CUBANET

El 28 de julio de 1978,  Cuba estaba sacudiéndose la resaca de los duros años posteriores al fracaso de la Zafra del 70. La sombra gris del Congreso de Educación y Cultura de 1971, seguía gravitando sobre la isla. El influjo de Europa del Este y el eje soviético vía CAME, se respiraba, y se comía.

La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) la dirigía Luis Orlando Domínguez, quien diez años después, en 1987, se enredó en un sonado escándalo de corrupción. El tenebroso Blas Roca había contribuido a bordar la nueva Constitución en 1976; una Carta Magna, hecha a la medida de Fidel Castro y su camarilla. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) enviaban hombres y armas a la República de Angola, disfrazados, ocultos, en barcos de la marina mercante. Los gobiernos de Cuba y Estados Unidos habían establecido, en 1977, oficinas consulares en La Habana y Washington, respectivamente. Los vuelos de “La Comunidad” arribaban y el recién estrenado Hotel Tritón era el hospedaje impuesto por el gobierno a los visitantes, aunque les sobraran familiares en la isla ansiosos de albergarlos. Los cubanos emigrados que llegaban  a ver a sus familiares tenían que lidiar con los desmanes de una aduana local corrupta, cuyos “perros de presa”  decomisaban y extorsionaban de manera impune. Las regulaciones aduanales de 1979,  les dieron una patente de corso.

En medio de este panorama, en esos días finales de julio de 1978, la capital cubana recibió a más de 18 mil jóvenes provenientes de una veintena de países. El dolor de cabeza número uno para los genízaros de la policía política, eran los chicos provenientes de países del occidente capitalista. Para ellos se montó un gran show, al estilo Potemkin. Los barrios a donde  llevaron esas delegaciones, fueron elegidos y estudiados con un detenimiento milimétrico.

En meses previos,  redadas policiales sacudieron a varias zonas de La Habana. El gobierno ordenó “esconder la basura debajo de la alfombra”. Los guías y acompañantes cubanos de los jóvenes delegados al evento, paraban la oreja respondiendo a órdenes estrictas del G-2. Sin embargo, todo era asombro y desconcierto entre los adolescentes cubanos de entonces. Las desenfadadas chicas europeas sin ajustadores impresionaron a más de uno. La colorida ropa, los pelos largos y los zapatos tenis de los recién llegados, contrastaban con la estética lastimera de las vestimentas socialistas de los cubanos.  El discriminado rockero o “pepillo” del barrio, resultaba ser el que mejor conectaba con los invitados. Mientras tanto, algunas agrupaciones de rock, provenientes de países socialistas, actuaban en la céntrica esquina de G y 23. Por esos días salía al aire, en el canal seis de la TV nacional, el programa Para Bailar. Un grupo de muchachos y muchachas muy jóvenes animaban la emisión. Todavía se recuerdan el carisma de Salvador Blanco, la picante sensualidad de Caridad Ravelo, la inolvidable belleza de Lily Rentería…y por ahí andaban también debutando Néstor Jiménez, Mara Roque, Albertico Pujol.

Seremos mil gaviotas, más, que vuelan sobre el mar”, decía una estrofa de la canción titulada En busca de una nueva flor, tema de aquel  XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. La cantaba Argelia Fragoso y la había compuesto Mike Porcel. Nadie podía imaginar que esa frase resultaría  premonitoria. Dos años después, las “gaviotas” fueron los 125 mil cubanos que huyeron por el puerto de Mariel en busca de un mejor futuro, y en el 89, el mismo Mike Porcel, sometido al ostracismo desde 1980, también escaparía de la isla.

Casi dos décadas después, en 1997, la megalomanía de Fidel Castro trajo de regreso a la isla el Festival de la Juventud y los Estudiantes. Esta vez, al igual que en 1978,  el día de la inauguración fue el 28 de julio. Pero Cuba ya no era la misma. El mundo tampoco, ya no había Unión Soviética, ni CAME., ni comunismo en Occidente. La puesta en escena del régimen cubano tenía otros decorados y buscaba aupar el turismo que aportara los dólares que los rusos habían dejado de enviar. En ese momento, la presidenta de la UJC era Victoria Velázquez,  una muchacha de voluminosas caderas, a quien no ayudaron a amortiguar su estrepitosa caída. Poco después del Festival, era destituida por corrupción; esto ocurría a diez años de la defenestración de Luis Orlando Domínguez, supuestamente por el mismo motivo. 

sábado, 24 de agosto de 2013

Respuesta a un integrista desfasado



Mario J. Viera

El nacionalismo castrista y su afán por adueñarse de la historia cubana con el empleo de una retórica patriotera e hipócrita ha generado una actitud, sino cínica, al menos indiferente hacia los valores cívicos dentro de la sociedad cubana. La frustración generalizada que se vive en Cuba por el fracaso del socialismo real ha impulsado a gran parte de sus sectores populares a huir de una realidad agobiante por cualquier medio que esté a su disposición. Escapar del “paraíso proletario” no importa dónde; no importa a qué punto de la geografía mundial sea.

Los medios son numerosos, desde la salida ilegal en frágiles embarcaciones, el ejercicio del jineterismo y el pinguerismo con la esperanza de ser rescatados por algún extranjero de paso por la isla y hasta optar por el regalo que España le hace a cubanos hijos y nietos de españoles de hacerles ciudadanos españoles. ¿Se españoliza Cuba? De ningún modo, la ciudadanía española no se obtiene por amor a España sino por rechazo al castrismo.

Como contrapartida a las tesis ideológicas del castrismo sustentadas en una fuerte retórica anti imperialista ha renacido en muchos cubanos la esperanza muerta a mediados del siglo XIX del anexionismo, corriente que tuvo un poderoso rechazo en el ideario de José Martí. De los anexionistas dijo Martí en su artículo “Vindicación de Cuba”, publicado en el diario The Evening Post, de New York, del 25 de marzo de 1889: “Hay cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el desdichado desconocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos”.

Pero no solo existe alguna corriente pro anexión a los Estados Unidos entre algunos cubanos que han perdido la confianza en sus propias capacidades cívicas; también desde el 2012 ha aparecido un ridículo movimiento de cuatro gatos con un programa neo anexionista o de integrismo ibérico trasnochado y totalmente desfasado de la realidad y de la historia auto denominado Asociación Autonomía Concertada para Cuba que se propone integrar a Cuba como Provincia Autónoma al reino de España. Su propósito, así lo explican “es reintegrar a Cuba dentro de España a través de un referendo, una vez restablecido el derecho a la ciudadanía española de todos los cubanos”.

Esta asociación ha renunciado a la cubanía y se declaran españoles de la isla de Cuba aunque entre sus fundadores dos se presentan como franceses y dos como españoles. Poseen una página digital denominada Comunidad Autónoma de Cuba y entre sus proyecciones están sus respuestas a la pregunta que ellos mismo proponen “¿Por qué una Cuba española?” Veamos algunas de sus más sugerentes respuestas argumentales:

 

Primera: Porque Cuba fue separada por la fuerza de España violando tratados internacionales.

Segunda: Porque las fuerzas políticas no se fabrican por decreto y porque tras más de 114 años de turbulencias y reino de un solo partido cada cubano se considera a sí mismo ungido por la gracia divina.

Tercera: Porque podríamos deshacernos de toda la narrativa heroico mística que ha desnaturalizado la historia de la hispanidad.

Cuarta: Porque la democracia no sólo en Cuba sino en todas las excolonias españolas es más un malabarismo lingüístico que una realidad objetiva.

Estas son las propuestas más significativas de los neo-integristas, no las únicas de sus absurdas y anticubanas propuestas.

Veamos la primera propuesta. Cuba era una colonia ultra oceánica de España poseída por el poder español  de donde la metrópolis obtenía jugosas ganancias a expensas de las libertades civiles y comerciales de los criollos. Los puestos dentro de la administración de la Colonia eran ocupados por funcionarios peninsulares con desprecio por los criollos. Las contradicciones entre los intereses de los criollos y de los españoles  provocaron desde muy temprano el siglo XIX conspiraciones e insurrecciones dirigidas a la abolición de la esclavitud o al derrocamiento del gobierno colonial. Así entre 1811 y 1812 se produce la conspiración de Aponte de carácter abolicionista; entre 1821 y 1824 se produce la Conspiración de los soles y Rayos de Bolívar que pretendía la formación de la República de Cubanacán; en 1844 se descubre un movimiento abolicionista y anti colonial que se le denominaría de la Escalera.  El 4 de julio de 1851 se produce el alzamiento de Joaquín de Agüero en Camagüey quien redactara un Manifiesto en el que se decía: “En presencia del Supremo Legislador del Universo, a quien invocamos llenos del más profundo respeto, para que nos asista de sus luces, nos hemos reunido protestando ante los hombres que en fuerza de las circunstancias no queremos ni podemos vivir por más tiempo sometidos a España”.

El 10 de octubre de 1868 se produce en la Demajagua el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes que inicia la Guerra de los Diez Años. Al concluir el conflicto por el acuerdo concertado con Martínez Campo denominado Pacto del Zanjón, los criollos, no los españoles de Cuba, reiniciaron las hostilidades el 26 de agosto de 1879 en lo que sería conocida como la Guerra Chiquita acaudillada con el alzamiento en armas del general independentista Guillermón Moncada, y los coroneles José Maceo y Quintín Banderas. Tras el fracaso de este segundo intento, finalmente se reinicia el 24 de febrero de 1895 la guerra de independencia que concluiría con la entrada en la guerra de los estados Unidos y la derrota definitiva de las tropas españolas el 1 de enero de 1899. Por los acuerdos de paz, España cedía su dominio de la isla a favor de los Estados Unidos; un tratado firmado en consonancia con los tratados internacionales. Y Cuba se hizo independiente, aunque con las limitaciones que le impusiera el apéndice constitucional denominado Enmienda Platt.

Algo más, según esta tesis, todos los movimientos independistas que hayan alcanzado la victoria sobre sus metrópolis han violado tratados internacionales; así la independencia de Estados Unidos debe haber sido un despojo al derecho de Inglaterra a su dominio sobre sus trece colonias, igual sería la independencia de todos los países de América Latina; y la independencia de Haití habría sido un despojo en contra de Francia.

La Segunda propuesta no merece ser ni siquiera tomada en serio por su evidente desprecio hacia los cubanos que se “creen ungidos por la gracia divina” y por la estupidez de considerar la existencia del “reino de un solo partido” por más de 114 años.

La tercera propuesta es casi un poema de desprecio hacia todos los próceres cubanos que forjaron la nacionalidad cubana: “deshacernos de toda la narrativa heroico mística que ha desnaturalizado la historia de la hispanidad”. Y en virtud de esta propuesta, ya los neo-integristas han comenzado a lanzar lodo sobre la historia cubana.

Mis abuelos eran españoles y siento orgullo por mis raíces hispanas y reconozco a España como la Madre Patria; pero los progenitores no son dueños de sus hijos y estos, cuando ya han alcanzado la madurez requieren ser independientes de la tutela de sus padres. Cuba no es española y nunca volverá a serlo.

No profeso el culto místico por los próceres porque ellos no fueron dioses, sino hombres con sus virtudes y con sus defectos, con sus grandezas y con sus miserias pero no comulgo con los que aferrados a un ideario extraño a nuestras tradiciones intenten disminuir la estatura de esos próceres para exaltar a la antigua metrópoli.

Fernando “Ferrán” Núñez ha tomado al portal CUBANET, como tribuna de sus ataques contra la nacionalidad cubana por medio de artículos de opinión o apostillando artículos de otros comentaristas. Núñez comenzó su colaboración con CUBANET el 8 de octubre de 2012 con un artículo dedicado al tema venezolano: “¿Quién ganó en Venezuela?” Escribió después otros artículos que podían ser aceptados por cualquier opinante de la oposición y el exilio cubano, todavía no había introducido su veneno ideológico, aunque hay evidencias de que preparaba el terreno para hacer campaña a favor de suprimir la independencia de Cuba a favor del integrismo español en artículos como “La que se avecina: El españolazo” en el que declara casi sin sutilezas: “…los Castro abren la válvula de la emigración para calmar las tensiones sociales cada cierto tiempo.  Ocurrió en los años ochenta del pasado siglo con el éxodo del Mariel, en los noventa tras el Maleconazo y ahora en los 2000 con el Españolazo que se prepara discretamente con el contubernio de las autoridades de la península, incapaces no sólo de aprovechar el momento histórico que se les ofrece para reincorporar la isla dentro de una Federación Española, sino de refundar un proyecto nacional que brinde a sus propios ciudadanos  un poco de esperanza y de ilusión”. Véase lo que afirma: El gobierno español no ha sido capaz de aprovecharse de la oportunidad, que muchos cubanos le han dado haciéndose ciudadanos españoles, “para reincorporar” a Cuba al dominio español.

Más adelante en un nuevo artículo, “Cuba y España, de un pájaro la dos alas” ya su posición a favor de la asimilación española de Cuba está más definida. En ese artículo, Ferrán Núñez, expone que en Cuba “donde las actuales circunstancias políticas nacionales, hacen irrealizable sino imposible, un proceso de transición pacífica, organizada y plural; sin olvidar el creciente número de neo españoles que pronto llegará a la significativa cifra de 300 mil personas, es decir, el 5 porciento de la población residente dentro de la isla, lo que constituye una potencial – y singular ─ fuerza política, capaz de impulsar desde dentro, la idea de una reintegración a la Corona española”.

Hay que destacar que el 18 de julio de 2012 quedó constituida la Asociación pro dominio español nombrando como Presidente, precisamente a Fernando Núñez Ramos, que en el acta constitutiva se identifica no como ciudadano cubano o ciudadano español, sino como ciudadano francés.

El primero de julio del presente año Fernando Núñez publicó un nuevo artículo en CUBANET bajo el título de “Los cubanos no quieren la libertad” donde exponía una serie de incongruencias e inexactitudes sobre la historia de Cuba, lanzando toda su bilis contra el generalísimo Máximo Gómez ─ “entregaron las riendas del Ejército Libertador a un extranjero, que, con la muerte de Maceo, se convirtió en un actor político de primer orden, sin contrapeso posible”. Núñez dixit ─ y que fuera rebatido certeramente por la periodista independiente cubana Miriam Celaya en su artículo “Gómez era un genio militar, no un político”.

Replicando a Miriam, Ferrán publicó otro artículo ─ este no aparecido en CUBANET ─ titulado “Máximo Gómez no fue un genio militar, ni un buen político y ni siquiera era cubano” donde ya va más lejos en su desprecio a los próceres cubanos; así dice: “Anexionistas fueron casi todos aquellos patricios cubanos, desde Céspedes hasta José Martí (este último propuso la anexión de la isla a México). El mismo Ignacio Agramonte cayó en combate con una bandera norteamericana cosida a la chaqueta”.

¿Qué intenta insinuar el neo integrista con el detalle de la supuesta bandera de Estados Unidos cosida a la chaqueta del Mayor? Quizá su propósito sea el de presentar a todos los independentistas, tal como hace ahora Castro con los opositores, como agentes del imperialismo yanqui.

Faltando a toda la seriedad que debe caracterizar una afirmación que se haga sobre un tema histórico, Núñez adelanta la tesis que planteara sin fuentes verificables ni material documentado Manuel Moreno Fraginals en un ensayo suyo titulado “El anexionismo” donde dice: “Todavía a fines del Siglo XIX, algunos pensaron, como solución al conflicto cubano, que si no se le podía ganar la guerra a España lo mejor era anexarse a México. Tampoco esta opción prosperó, aunque por los pocos documentos que han quedado se sabe de las conversaciones que a este respecto sostuvo José Martí con el tristemente célebre dictador mexicano Porfirio Díaz hacia fines de aquel siglo”.

La supuesta fecha de la entrevista de Martí con el dictador mexicano se dice que fue el primero de agosto de 1894. Sin embargo, Alfonso Mercado hijo de Manuel A. Mercado, en aquel tiempo Sub secretario de Gobernación, dijo en “Mis Recuerdos de José Martí”: “Puede decirse que Martí vino a México en esa ocasión con estos dos objetos únicamente: El de pulsar al Gobierno Mexicano en relación con el movimiento revolucionario de la independencia de Cuba que estaba ya preparado, y el de visitar a mis padres. Creo esto último porque la vida que llevó en esta ciudad así lo comprueba…”; es decir, Martí hacía campaña, lobismo como se dice ahora, a favor del “movimiento revolucionario de la independencia de Cuba”… de la independencia… no de la anexión.

Con su propósito de denigrar la figura de Máximo Gómez, el neo integrista dice en este artículo: “…según las listas reproducidas por Robert T. Porter, mencionadas por Antonio Piqueras en su libro de 2004 “Sociedad y poder civil en Cuba” los haberes de Gómez terminada la guerra ascendían a 20 mil pesos”.

Antonio Piqueras Arenas. Catedrático de Historia de la Universidad Jaume I, puede que sea un buen historiador pero no por ello tenga que ser el referente sin discusión sobre la historia de Cuba; además, las listas de Robert T. Porter a las que el historiador español hace referencia establecían que Máximo Gómez recibió de Estados Unidos 10 000 pesos en 1899 un año después de la derrota española y en la nota se señala además que Gómez en los dos años siguientes es decir 1900 y 1901 26 000 dólares más. (Nota 74, página 284 de Sociedad y poder civil en Cuba)

Estos aportes que los Estados Unidos le hicieran al generalísimo Gómez, luego de la derrota de los colonialistas españoles luego que Calixto García autorizara sin consulta a Gómez la entrada de las tropas americanas en el conflicto cubano-español, de ningún modo pueden asegurar que Máximo Gómez fuera un “condottieri” o un “mercenario” como Núñez lo califica. Acusar a Gómez de esto es simplemente una total falta de respeto, por no decir algo peor.

Por último el neo integrista acaba de publicar su último artículo “Crisis de identidad”, donde ahora el blanco de sus denuestos es nada menos que Carlos Manuel de Céspedes haciendo una llamada a leer un artículo en el que se denigra la figura de Céspedes que, casualmente es de la propia autoría del destacado neo integrista. Dolido porque su adorado imperio español fue derruido en 1898, Núñez señala: “La gesta independentista criolla fue construida por los ganadores de la República Mambisa y sus ideólogos con el fin de justificar lo injustificable en el imaginario nacional”. Señores, digámoslo sin ambages, de estas declaraciones que denigran la historia de Cuba a la traición a la patria no hay más que un breve paso. Así queda sobrentendido del postulado del artículo 37 de la Constitución de 1940: “Es ilícita la formación y existencia de organizaciones políticas contrarias al régimen del gobierno representativo democrático de la República, o que atenten contra la plenitud de la soberanía nacional”. Todo intento de promover la anexión de Cuba a cualquier potencia extranjera según la carta del 40 es ilícito por constituir un atentado contra la plenitud de la soberanía nacional.

Analicemos ahora la cuarta propuesta de la asociación neo integrista: “…la democracia no sólo en Cuba sino en todas las excolonias españolas es más un malabarismo lingüístico que una realidad objetiva”. Quizá tengamos que explicarle a Núñez algo sobre la historia de España, desde la época de Fernando VII, pasando por el reinado de Isabel II, la Revolución Gloriosa de 1868, el reinado de Amadeo I, su derrocamiento y el establecimiento de la Primera República española de 1873, para llegar al golpe de estado del general Manuel Pavía, la dictadura del general Francisco Serrano y Domínguez antiguo amante de la reina Isabel II con afanes continuistas en el poder y provocar la caída de la República y la restauración de los Borbones en el reino de España y, más tarde, continuar con el derrocamiento de Fernando XIII, el establecimiento de la Segunda República, la Guerra Civil y la instauración del caudillismo de Francisco Franco. Ciertamente también en España la democracia fue algo que ni siquiera llegó a la condición de “un malabarismo lingüístico” y aún hoy, bajo el reinado constitucional la democracia en España es algo así como “un malabarismo lingüístico”, sino que lo digan los indignados de Madrid.

Desde Franco pasando por los gobiernos del Duque de Suárez, el ex falangista Adolfo Suárez González, de Leopoldo Calvo-Sotelo, Marqués de la Ría de Ribadeo y Grande de España, del socialista y gran amigo de Fidel Castro, Felipe González Márquez, y del también socialista José Luis Rodríguez Zapatero, todos han mantenido magníficas relaciones políticas, diplomáticas y comerciales con el régimen de los Castro. Recuerdo además como fuimos excluidos de ser recibidos en la Embajada de España en 1992 cuando entregamos una nota protestando por el apoyo que el gobierno de Felipe González brindaba al usurpador Fidel Castro.

Las relaciones e intercambios comerciales de España y Cuba ni siquiera se vieron muy afectadas, salvo en lo retórico durante el gobierno de José María Aznar. No debemos olvidar que los Castro son cachorros de gallegos y siempre son bienvenidos en la península.

¡Cuál es el modelo de democracia que nos ofrece Fernando Núñez! Quédese Núñez practicando su malabarismo lingüístico en Francia soñando desde allí con la imposible devolución de Cuba a la corona española y no ocupe páginas donde opinan cubanos que se sienten orgullosos de ser cubanos y que honran y veneran al estandarte de la estrella solitaria. Quizá ahora me ataque y me acuse de nacionalista, me adelanto a contestarle, sí, soy furibundo nacionalista en cuanto a lo tocante de una Cuba independiente y soberana, sin tutelaje o dominio de potencia extranjera, sea Rusia, sea Estados Unidos o sea España.

Tenga por seguro Fernando Núñez que no en vano en el Himno Invasor vibraron estos versos:

“De la guerra la antorcha sublime

 cubra el cielo de intenso fulgor,

 porque Cuba se acaba o redime,

 incendiada de un mar a otro mar”.   

Gómez era un genio militar, no un político


Miriam Celaya. CUBANET

Varias semanas atrás, Cubanet publicó un artículo (“Los cubanos no quieren la libertad”, Fernando Núñez, 1ro. de julio de 2013), un sugerente título que, no obstante, entraña varias inexactitudes históricas y una peculiar interpretación de los hechos en los que pretende apoyar su tesis.

La primera debilidad del texto de referencia es precisamente la indefinición del término “libertad”, supuesto plato fuerte del autor. Por mi parte, como herramienta para este análisis, sentaré algunos presupuestos generales de lo que asumo como “libertad”, principio del cual el Hombre es centro y esencia.

La libertad es la conjunción de determinados valores y la garantía del derecho de su ejercicio. No existe un concepto único e inmutable de “libertad” sino que ésta asume definiciones relativas, en dependencia de factores de índole histórica, social, geográfica y cultural, entre otras. No obstante, existen elementos básicos consustanciales a toda definición de “libertad”, como por ejemplo la dignidad, la responsabilidad, la conciencia, la ética, la expresión del pensamiento, la voluntad, la búsqueda de la verdad, el bien común. La libertad es, en su definición más simple y resumida, la condición primera de todos los derechos humanos.

Una vez establecido esto, tratemos de entender en qué basa Núñez su idea de que los cubanos no queremos la libertad, a partir de algunos hitos seleccionados para el análisis.

En el párrafo 2 de su artículo, plantea que “El largo fracaso de las naciones independizadas de España, observado por los intelectuales decimonónicos, (…), se debe a la falta de visión y a la incultura política de aquellos líderes que, alzados también en nombre de la libertad, sólo trajeron pobreza y atraso para sus países”.

Desde la perspectiva de hoy, tal observación quizás sería relativamente válida. Sin embargo, la independencia por parte de los países de Hispanoamérica significó un importante avance en su tiempo, toda vez que la Metrópoli constituía un freno para el nacimiento y desarrollo de cualquier proyecto de nación. Si existieron intereses materiales y espirituales que entraron en contradicción con el ideal libertario de independencia retrasando y lastrando hasta hoy a nuestras naciones, o si existía entre algunos líderes una incultura política, ello no niega en ningún sentido que la libertad e independencia logradas por las acciones de “aquellos líderes” fueron los pilares fundacionales de esas naciones.

Los cubanos también se alzaron en armas contra España, no para alcanzar una libertad abstracta, sino vinculada a sus intereses, fuerza motriz de todos los fenómenos sociales. Eso explica que los alzamientos de 1868 se produjeron en el Oriente del país y no en el Occidente, ya que entre ambas regiones existían intereses diferentes. Los de Oriente, con menos poder económico y al borde de la ruina, no estaban en condiciones de subsistir sin una reforma. Así, el fracaso de las gestiones para promover dichas reformas en las Cortes constituyó el catalizador para el inicio de la guerra por esa región, animada por los independentistas. Tanto para ellos como para los reformistas, la libertad estaba supeditada a la economía, pero muchos de esos líderes estaban influidos por las ideas más modernas de la época, en particular, las surgidas de las  revoluciones norteamericana y francesa, lo que descarta la idea de una incultura política absoluta.

Españoles de Cuba y un dominicano cubano

En el párrafo 4 se lee: “Los españoles de Cuba comenzaron el camino de la independencia solicitando no ya la libertad, sino la anexión a los Estados Unidos”.

Asumiendo que lo que Núñez denomina españoles de Cuba sean los criollos ricos de mediados del siglo XVIII, habría que recordarle que ellos no comenzaron exactamente “el camino de la independencia”. Cuando más se podría sugerir que portaban los gérmenes de un proceso que, en su desarrollo, acabaría conduciendo a la independencia. Los españoles de Cuba, o para ser más precisos, los españoles de La Habana, conformaron una oligarquía criolla con intereses diferentes a los peninsulares pero no desvinculados de España. Su primera aspiración, por tanto, no podía ser la libertad ni la independencia, ni mucho menos la anexión a Estados Unidos, sino la equiparación de sus derechos a los de los españoles peninsulares.

El anexionismo cobró fuerzas después, en pleno siglo XIX, particularmente entre 1840 y 1855, cuando esta corriente política predominó en Cuba. Su  fundamento principal se sostenía en el interés de la burguesía cubana por preservar la esclavitud y en menor medida el deseo de ganar para Cuba las libertades democráticas, pero tuvo también otras tendencias. Por ejemplo, su máximo ideólogo en Cuba fue Gaspar  Betancourt Cisneros (El Lugareño), quien aspiraba a una libertad basada en la abolición de la esclavitud, la distribución de las grandes extensiones de tierra en pequeñas propiedades y el desarrollo técnico y educacional del país. Para ello consideraba que entre los modelos de España y Estados Unidos, el segundo era el mejor y por tanto prefería la anexión a ese país antes que la subordinación a España.

Los hombres de 1868, algunos de los cuales estuvieron influidos por el anexionismo que predominó anteriormente y miraban con buenos ojos el modelo norteamericano ─ el más desarrollado y democrático desde aquella época ─, ya tenían un ideario independentista.

En fin, que los españoles de Cuba ni comenzaron por la anexión el camino de la independencia ni la plasmaron en ninguno de los documentos programáticos que van del programa de Céspedes a la Carta de Martí a Manuel Mercado, pasando por las constituciones mambisas de Guáimaro, Jimaguayú y la Yaya, así como por los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el Manifiesto de Montecristi; en todos los cuales resalta el ideario nacionalista y libertario.

Sin ofrecer mayores datos, Núñez señala que a la muerte de Martí, el PRC quedó “en manos de fuerzas e intereses pronorteamericanos” que nunca habían pensado en la construcción de una nación soberana; criterio que pretende fundamentar en el párrafo 7: “Prueba de ello es que entregaron las riendas del Ejército Libertador a un extranjero, que, con la muerte de Maceo, se convirtió en un actor político de primer orden, sin contrapeso posible. Un señor que, ignorando los deseos de la Asamblea Constituyente (que lo destituyó), y negociando directamente con los Estados Unidos la desmovilización del Ejército Libertador, contribuyó muchísimo a la aprobación de la Enmienda Platt, que sancionaría de manera oficial el protectorado Norteamericano sobre Cuba (…)”.

Y aquí sí tengo muchas objeciones que hacer a Núñez, en primer lugar porque los cubanos no entregaron las riendas del Ejército Libertador “a un extranjero”, sino que ese dominicano, por sus acciones respecto a Cuba, adquirió todos los derechos entre los mejores cubanos. En segundo lugar, Máximo Gómez no fue destituido por la Asamblea Constituyente, pues la del Cerro no ejerció esa función; ni tampoco negoció directamente con Estados Unidos la desmovilización del Ejército Libertador.

Veamos:

Poco después del alzamiento de Céspedes en 1868, Máximo Gómez, con  conocimientos militares y ya radicado en Cuba, se unió a la insurrección. Después de las primeras derrotas mambisas recibió la misión de detener una columna enemiga de 700 hombres y 2 piezas de artillería, que marchaba de Santiago de Cuba hacia Bayamo. Escenificó entonces la primera carga al machete, que le ocasionó a las fuerzas españolas más de 200 muertos y la obligó a retroceder. Así salvó a Bayamo y con Bayamo a la naciente revolución, de modo que si Yara inició la guerra, la acción de Pinos de Baire, bajo el mando de Gómez, garantizó su continuidad.

A esa primera hazaña se unieron después la invasión a Guantánamo en 1871,  según el historiador Fernando Figueredo, el lauro más notable alcanzado hasta entonces por ningún jefe cubano; la batalla de Palo Seco, que el también historiador Miró Argenter calificó como la función más sonada de la caballería insurrecta. A la muerte de Ignacio Agramonte, Gómez fue designado a Camagüey e hizo la Invasión a las Villas, a fin de llevar la guerra y la tea incendiaria hasta Occidente para destruir la economía española y obligar a replegar su ejército por todo el país.

En 1895 se incorporó a la nueva guerra y, tras firmar junto a Martí el Manifiesto de Montecristi en su condición de Jefe del Ejército Libertador, regresó a Cuba y llevó la guerra hasta Pinar del Río. Protagonizó entonces otra de sus proezas estratégicas: las contramarchas, que tanto confundieron al enemigo. En 41 encuentros Máximo Gómez enfrentó 40 mil soldados españoles, con sólo 4 mil bajo su mando, ocasionándole al enemigo más de 25 mil muertos y heridos, contra solo 28 muertos y 80 heridos de su parte. Por su genialidad militar fue bautizado como el “Napoleón de las Guerrillas”. No hubo, pues, tal entrega de las riendas del poder “a un extranjero”, sino que las ganó como un valiente y patriota cubano.

Tampoco Gómez fue destituido por la Asamblea Constituyente. Lo ocurrido, en síntesis, fue lo siguiente: Mientras se negociaba el Tratado de París al terminar la guerra, el Ejército Libertador permanecía en los campamentos. En ese contexto ya no había soberanía de España sobre Cuba, pero el Consejo de Gobierno, elegido en la Asamblea de la Yaya  tampoco fue reconocido por Estados Unidos, por tanto, no pudo asumir el poder en un país ocupado por las fuerzas militares estadounidenses. En tales circunstancias el abastecimiento al Ejército Libertador era un serio problema, para cuya solución, entre otros, se reunió la Asamblea de Santa Cruz el 24 de octubre de 1898. Los mambises esperaban que dicha Asamblea, dotada de máximos poderes, lograra lo que no pudo el Consejo de Gobierno: el reconocimiento por Washington. Con ese fin, 44 delegados se constituyeron en Asamblea representante de Cuba Libre, de la cual Máximo Gómez no formaba parte.

Aunque con la Resolución Conjunta del 19 de abril Estados Unidos se había comprometido ante el mundo a ocupar provisionalmente a Cuba y luego entregarla a un gobierno cubano, el trato dado al Ejército Libertador sugería un peligro potencial. El reto de la Asamblea era tratar de forzar al gobierno norteño a cumplir lo acordado, de manera que prefirió disolver el Ejército Libertador y respaldó una proposición de Juan Gualberto Gómez, dirigida a que Washington reconociera la Asamblea como representante legítima. Con ese fin salió una Comisión hacia Estados Unidos con la intención de conseguir un préstamo para licenciar al Ejército y devolverlo “después de la independencia”; por tanto, para que el gobierno de Estados Unidos pudiese cobrarlo tendrían que reconocer la independencia de Cuba. Pero el presidente McKinley no mordió el anzuelo y argumentó que la Constitución impedía hacer tal préstamo. En cambio, estaba dispuesto a ofrecer un donativo de 3 millones. La Comisión tampoco mordió el anzuelo estadounidense y rechazó esta oferta.

Desde su campamento, el 29 de diciembre de 1898, Gómez, también partidario del licenciamiento, proclamó que Cuba no es libre ni independiente todavía, y solicitó a la Comisión Ejecutiva de la Asamblea  adoptar una Constitución para la República de Cuba, lo cual imprimiría legitimidad y fuerza a la independencia. Inmediatamente, conociendo el prestigio de Gómez, el gobierno norteamericano utilizó la diplomacia, y para calmar al veterano guerrero enviaron a Mr. Robert Porter, amigo personal de McKinley, a visitarlo. En la reunión, celebrada en Remedios, Poster tranquilizó a Gómez y logró indisponerlo con la Asamblea. Gómez, sin comprender la jugada, se convirtió en un aliado de Estados Unidos contra la Asamblea, la cual ya había perdido cohesión con la muerte de Calixto García.

El garrotero C.M. Coen

Fue entonces que apareció en escena  el banquero norteamericano C.M. Coen, quien ofreció un préstamo de 12.4  millones (para devolver 20 millones en un plazo de 30 años, a un 5% de interés anual). La Asamblea estimó que esa solución conducía a los mismos objetivos del préstamo antes solicitado. Entonces ocurrió el desacato de Gómez a la Asamblea, quien, desde su honestidad e ingenuidad política, planteaba que no tenía sentido tal  préstamo si se había propuesto por Estados Unidos un donativo de 3 millones.

El 9 de marzo de 1899 la Asamblea acordó aceptar la oferta de Coen y pidió a Gómez no expresarse contra el préstamo, lo que desencadenó el enfrentamiento que condujo a la destitución de éste. Gómez respondió con un manifiesto público que lanzó al pueblo contra la Asamblea. Pero en realidad Gómez nunca negoció directamente con Estados Unidos la desmovilización del Ejército Libertador, sino que fue utilizado por el gobierno de ese país para el enfrentamiento con la Asamblea.

En realidad, el Generalísimo no comprendía la política ni tenía talento para ella. Sencillamente, después de la muerte de Martí y de Maceo, los acontecimientos lo llevaron a ocupar una posición para la cual no estaba preparado. Era un genio militar, no un político. Pero la forma simplista en que Núñez plantea los hechos, además de falsearlos, tampoco refuerza su tesis acerca de que los “cubanos no quieren la libertad”.

Más adelante, en el párrafo 9 de su artículo, Núñez decide que “No se afianzó la democracia en Cuba por diversas razones, la primera de ellas, la comodidad, (al menor contratiempo se apelaba a la US Navy para poner orden), y la segunda, por idiosincrasia, pues aquellos que debían crear una patria soñada, descendientes de españoles al fin y al cabo, animaron el caudillismo y apelaron a la violencia política durante todo el siglo”.

Tampoco es exacto. La primera intervención, madre de todas las intervenciones e injerencias posteriores, no resultó de una apelación a la “US Navy” sino de la rivalidad de las potencias de la época. Ningún cubano la solicitó. Lo cierto es que ese acontecimiento, por la forma en que se produjo y por sus consecuencias, dañó la autoestima de los cubanos, un factor que no debe ignorarse en el análisis y que no puede tildarse de “comodidad”.

También el planteamiento de que “animaron el caudillismo y apelaron a la violencia política durante todo el siglo”, requiere una explicación. Es cierto que los cubanos no estamos exentos de virtudes y defectos derivados de nuestra herencia hispana, entre estos últimos el caudillismo. Sin embargo, Núñez olvida que todas las guerras son generadas y generadoras de violencia y los que tomaron las riendas del poder en la República no eran sino los militares del siglo anterior, que vivieron 30 años en guerras y en campamentos, y que la generación que los desplazó en la década del 30 del pasado siglo, emergió también de un contexto caracterizado por la violencia.

De hecho, todas las revoluciones sociales son violentas en mayor o menor medida, la norteamericana y la francesa incluidas. Las civilizaciones occidentales que conocemos y cuyos modelos admiramos también han emergido desde la violencia. Pero no es el caudillismo de herencia hispana el factor único de los lastres políticos que nos pesan, sino también el desconocimiento de nuestras propias capacidades, y en particular, de nuestra historia.

Precisamente por esa historia, ningún individuo o grupo porta en sí la autoridad política o moral suficientes para decidir que los cubanos no queremos la libertad. En todo caso, en aras de ella, quizás llegará el día en que podamos elegir entre independencia, anexión o autonomía. Desde hoy le aseguro a Núñez que esta cubana-española vota por la primera.

jueves, 22 de agosto de 2013

Cuando el Cairo fue la capital de Chile


Fernando Mires. Blog POLIS

Menos que analogías son reminiscencias. Pero hay demasiados puntos para no hablar de casualidades. El paso implacable del tiempo me ha convencido de que la historia no se rige por leyes hegelianas. Todo lo contrario. Si hay ley esa es la simple contingencia. Y si hay una tendencia esa no es otra que la inimitable estupidez de la raza humana, presta siempre a tropezar mil veces con la misma piedra. Esta vez en Egipto. Una vez fue en Chile.

No se trata de especular sobre lo que habría sucedido si la nariz de Cleopatra hubiese sido más larga, pero sí de criticar el mínimo conocimiento de los políticos respecto a lo que tienen que hacer para salvar a un país de la barbarie. En ese sentido pienso que gran parte de la responsabilidad de lo ocurrido en Egipto recae sobre la oposición democrática a Morsi como también estoy convencido de que el ascenso de Pinochet en Chile fue el resultado de la capitulación de quienes estaban llamados a salvar a la democracia.

Esa oposición democrática que había sido durante 2011 el núcleo de la revolución que derrocó a Mubarak fue la que llevó al poder a Morsi y a sus fanáticas hermandades. Durante un tiempo Morsi gobernó sobre la base de una coalición cívico-religiosa cuyo objetivo era desmontar el aparato de dominación de la ex-dictadura militar. Pero bajo su sombra las hermandades salafistas se apoderaban de las instituciones con el objetivo de construir un Estado islámico en contra de la mayoría de la nación.

En el Chile de la Unidad Popular ocurrió algo parecido. En la coalición de gobierno de centro-izquierda ganaba fuerza, sobre todo al interior del Partido Socialista, el fundamentalismo castrista. Los comunistas, en ese tiempo distanciados de Cuba, postulaban una política realista tendiente a concertar una alianza con el centro político, sobre todo con la Democracia Cristiana. Pero la sujeción de los comunistas a la URSS les restaba toda credibilidad.

Desde fuera de la UP, la dirección del MIR se subordinaba totalmente a los socialistas más extremistas del gobierno, siguiendo las instrucciones de Fidel Castro. Razones que obligaron a la mayoría del Comité Regional de la ciudad de Concepción (cuna del MIR) a oponerse a las posiciones del MIR de Santiago. Nosotros, los de Concepción, postulábamos que el momento no era insurreccional y que había llegado la hora de agrupar defensivamente nuestras pocas fuerzas. Debido a esa evaluación el comité regional de Concepción fue intervenido por el Comité Central de Santiago. El propio autor de estas líneas fue alejado de todo puesto de dirección, justo una semana antes del golpe. Antes de morir escribiré los detalles de esa historia. Parece que hubiera sido ayer. Desde entonces no volví a militar en ningún partido político.

Naturalmente la oposición democrática egipcia hizo bien al levantarse en contra de Morsi. Pero en lugar de buscar la unidad entre todos sus partidos y canalizar electoralmente el enorme descontento en contra de los salafistas, decidieron acortar camino plegándose al ejército de Mubarak soñando en que muy pronto el poder les sería devuelto. Error mortal que pagaron muy caro. Tan caro como lo pagó la otrora poderosa Democracia Cristiana chilena al haberse negado –salvo la fracción minoritaria de Renán Fuentealba- a asumir una posición firme en contra de la posibilidad golpista que se avecinaba.

El argumento de que en Chile el golpe era la única salida frente a una toma del poder por parte del castrismo es tan falsa como la que hoy afirma que si no hubiera habido intervención militar los salafistas habrían instaurado una dictadura religiosa. Tal vez eso es lo que querían, pero carecían de medios militares y políticos, tanto o más que los castristas de dentro y de fuera de la UP en Chile.

Los salafistas en Egipto a la hora del golpe estaban siendo derrotados en todas las elecciones locales, y el enorme apoyo que una vez habían gozado entre las grandes masas decrecía ─ en medio de una situación económica espantosa ─ más y más. Lo mismo ocurrió en Chile en vísperas del golpe de 1973.

Los obreros de las minas del cobre en El Teniente rompían su compromiso con la izquierda y se pasaban a la oposición. Seis días antes del golpe la izquierda perdió sin apelaciones las elecciones entre los obreros de las refinerías de acero de Huachipato, otrora feudo socialista. En las elecciones de 1973 de la CUT (Central Única de Trabajadores) la UP hubo de cometer fraude para impedir que los obreros democristianos se hicieran de ese bastión. Y por si fuera poco, los escolares de los liceos fiscales, hoy tan aplaudidos por la izquierda, llenaban las calles de Santiago con sonoras consignas en contra de la UP. La UP, en fin, estaba antes del golpe tan terminada como Morsi y sus hermanos antes del golpe egipcio. En las futuras elecciones presidenciales, la UP ─ no había otra alternativa ─ se habría dividido en dos partes, una insurreccional castrista y otra electoral. La derrota estaba cantada para ambas. Frei padre habría sido, sin dudas, el futuro presidente, apoyado por toda la derecha unida.

En fin, tanto en Egipto como en Chile el ejército se montó sobre el descontento general con el objetivo claro y preciso de convertir al Estado político en un Estado militar.

Por supuesto hay diferencias. Morsi, quien por sus creencias ama la muerte, está vivo y Allende quien amaba la vida, murió. La oposición musulmana tiene en lugar de una ideología una religión y está más unida que nunca mientras que en la izquierda chilena cada uno andaba por su lado. Tuvieron que pasar 17 años de sangrienta dictadura para que esa izquierda recobrara su unidad consigo y con el centro. No tengo la menor idea cuánto durará ese mismo proceso en Egipto.

En suma, aunque deniego de la razón analógica, no puedo dejar de pensar ─ mientras miro en la  pantalla correr la sangre por las calles ─ en esos días horribles en los cuales El Cairo fue la capital de Chile.